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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Al fin se la otorgaron, pero fue para despedirle a los pocos días: la música de Juan no agradaba a los parroquianos del Café de la Cebada; no tocaba jotas, ni polos, ni sevillanas, ni cosa ninguna flamenca, ni siquiera polkas; pasaba la noche interpretando sonatas de Beethoven y conciertos de Chopín: los concurrentes se desesperaban al no poder llevar el compás con las cucharillas.
Yo no sé verdaderamente lo que le dije; creo recordar que hablé de su belleza. Juana apoyó la cabeza en el respaldo del sofá, cerca de la mía y recuerdo que mi boca, casi junta á su oreja, le tocaba el cuello con la punta del bigote. Juana no se retiraba y yo la veía estremecerse dulcemente.
Desde entonces, el novio siguió yendo a casa todos los días, sólo o en compañía de su padre. Nueva transformación de mi amita. Su indiferencia hacia mí era tan marcada, que tocaba los límites del menosprecio.
Fué pues, el caso, que se encendió por toda aquella comarca un contagio furioso que hizo tal estrago en los hombres, que de los cómplices en matar al Padre ninguno quedó con vida; y lo que causaba más maravilla, era que apenas les tocaba la peste, cuando desvariando salían fuera de sí y se iban por los bosques, donde ya por la enfermedad, ya por la hambre, se caían muertos, quedando los cadáveres tan abominables como si fueran tizones del infierno.
Vergüenza tuvo Morsamor de quedarse atrás, pero temía que, si Urbási seguía andando, prendiese el fuego en su larga y flotante vestidura, cuya fimbria tocaba y se extendía sobre el pavimento.
Tenía alquilado un cuarto en la plaza de la Independencia, con un solo criado a su servicio. Comía fuera de casa, generalmente en el Casino. Cuando iba a alguna reunión o le tocaba el turno del Real, el criado le traía la ropa en un cajoncito expresamente fabricado con este objeto, y en el mismo Casino se mudaba.
En un instante se armó una de garrotazos que tocaba Dios a juicio. El Joven Sarriense se publicaba los domingos.
Cuando por la convivencia se originaba algún rozamiento, resolvíanlo por una breve y seca explicación de pasada, en que ambos, sin deponer el orgullo, usaban de prudencia por temor del escándalo. Pero ahora el asunto tocaba en lo más vivo a Osorio. Para un banquero, por espléndido que sea, lo más vivo es el dinero.
Al orador no le faltaban palabras, pero las lágrimas le salían al camino y querían pasar primero; además, las malditas piernas se le desplomaban, según costumbre, y así, se le veía ir doblándose, y casi tocaba con la barba en el mantel, cuando siguió diciendo: ¡Ah, amigos míos!
El verano tocaba a su fin, y la última cosecha había pasado de los campos al granero, cuando el maestro pensó también recoger por medio de un examen los maduros frutos de las tiernas inteligencias que se habían puesto bajo su cultivo y dirección.
Palabra del Dia
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