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Actualizado: 29 de junio de 2025


Al llegar a la Plaza de los Carros, y al ver la calle de Don Pedro, pensó que no tendría valor para contarle a su amigo sus últimas calaveradas. Subió temblando por la ancha escalera, que estaba aquel día alfombrada y con muchos tiestos, porque la noche antes se había celebrado en la legación, con gran comistraje y mucha fiesta, el aniversario del Emperador.

Obdulia no cesaba de dar pellizcos al tesoro de su mamá para adquirir tiestos de bonitas plantas, en los próximos puestos de la Plazuela de Santa Cruz, y en dos días puso la casa que daba gloria verla: los sucios pasillos se trocaron en vergeles, y la sala en risueño pensil.

Un rato estuvo Ido del Sagrario ante el establecimiento de El Tartera, que así se llamaba, mirando los dos tiestos de bónibus llenos de polvo, las insignias de los bolos y la rayuela, la mano negra con el dedo tieso señalando la puerta, y no se decidía a obedecer la indicación de aquel dedo. ¡Le sentaba tan mal la carne...! Desde que la comía le entraba aquel mal tan extraño y daba en la gracia estúpida de creer que Nicanora era la Venus de Médicis.

cuando vio con espanto sobre el mueble los restos de su herbario, de sus tiestos, de su colección de mariposas, de una docena de aparatos delicados que le servían en sus variadas industrias de fabricante de jaulas y grilleras, artista en marquetería, coleccionador, entomólogo y botánico, y otras no menos respetables.

Cuando venía algún coche o carro, era menester que los transeúntes nos metiésemos en un portal para no ser atropellados, porque la calle, a duras penas, dejaba paso al vehículo. Todos los balcones y ventanas estaban adornados con tiestos que rebosaban de flores: los claveles de una ventana besaban muchas veces las rosas de la de enfrente.

Mi Isabelita vino al mundo el día mismo en que el cura Merino le pegó la puñalada a Su Majestad, y tuve a Rupertito el día de San Juan del 58, el mismo día que se inauguró la traída de aguas». Si los diez y siete chiquillos hubieran vivido, habría sido preciso ponerlos en los balcones como los tiestos, o colgados en jaulas de machos de perdiz.

No le repugnaba a doña Lupe trabajar los domingos, porque sus escrúpulos religiosos se los había quitado Jáuregui en tantos años de propaganda matrimonial progresista. Púsose, pues, a zurcir en su sitio de costumbre, que era junto a la vidriera. En el balcón tenía dos o tres tiestos, y por entre las secas ramas veía la calle.

En el opuesto lado de la huerta, que era el sitio más apartado y feo, había un tinglado, bajo el cual se veían tiestos vacíos o rotos, un montón de mantillo que parecía café molido, dos carretillas, regaderas y varios instrumentos de jardinería.

En el centro del patio, o refrescaba el ambiente un surtidor que caía en roja taza de bruñido jaspe, o se levantaba gran pirámide de tiestos, formando compacta masa de flores y verdura. Las libélulas y las inquietas mariposas revoloteaban en torno, y las avispas y las abejas zumbaban buscando miel.

Yo no acepté por modestia. La Fonda Continental era una casita de un solo piso, donde se verían muy apurados para alojarse europeos, africanos, americanos y oceánicos, aunque viniese un solo hombre por cada continente. En el patio, con pavimento de baldosín rojo y amarillo, había cuatro o cinco tiestos con naranjos enanos.

Palabra del Dia

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