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El recuerdo de algún compañero muerto en estos pasos difíciles, congelaba su sangre un momento: «Allá abajo está Fulano». Allá abajo, en el fondo de la sima negra que bordeaban a tientas, con el tacto de los ciegos; donde sólo podían verle los cuervos, que poco a poco dejarían blancos sus huesos bajo el peso de la mochila, mientras en su casa, la familia, hambriento, movida por una remota esperanza, aguardaba que un día u otro se presentase.

La vista se me anublaba; caminaba á tientas en medio de los marineros, y hacia esfuerzos supremos de voluntad ... Lo que pasó por mis músculos y nervios, por mis arterias y mi cerebro, es indescriptible; fué una lucha interior tremenda, abrumadora, que me dejó casi exánime.

Las señoras debían avanzar con los ojos vendados, trazando a tientas el ojo que faltaba en la cabeza del animal. El «digno representante de la comisión», título que se daba a mismo Maltrana, se apresuró a encargarse de vendar los ojos de las jugadoras y dirigir sus pasos, disputando este honor a ciertos intrusos que intentaban despojarle del cargo, adivinando sus ventajas.

Buscó a tientas la puerta del pasadizo y la empujó; mas como tenía cierre de cristales y podían verle desde la calle, se echó a gatas para atravesarlo. En la puerta que comunicaba con la casa estaba Jacoba esperándole.

Entré, y por un rato halleme desorientado en la profunda oscuridad del zaguán; pero a tientas y cuidadosamente pude llegar al patio, donde la claridad del cielo que por la cubierta de vidrios entraba, me permitió marchar con pie más seguro. Abriendo la segunda puerta que daba paso a la escalera, subí muy despacio asido al barandal.

Bien se está en el limbo de la insignificancia; pero se está mejor, porque se vale mucho más, donde yo me encuentro ahora; no en la región de los soles, porque no soy águila, pero donde se ve claro y no se anda a tientas.

Creyó encontrar cerrada la puerta del cuarto de Mariquita; pero cedió aquélla al primer impulso. La cama estaba vacía y toda la habitación en orden, como si nadie hubiese entrado. Igual soledad en la cocina. Atravesó a tientas la vasta pieza que servía de dormitorio a los trabajadores. ¡Ni un alma! Asomó luego la cabeza en el departamento de los lagares.

Eulalia huyó de la habitación lanzando gritos espantosos, y Carlos perdió el conocimiento. Cuando algún tiempo después volvió en , la lámpara ya no brillaba y no le quedaban, de lo que había pasado, más que ideas vagas e inciertas, como las ilusiones de la noche. Extendió los brazos a tientas y tropezó con un cuerpo inmóvil y frío.

De repente se oye un crujido... ¿Qué es eso? ¿Qué pasa?... El timón se ha ido dice un marinero calado de agua, el cual cruza corriendo el entrepuente. ¡Buen viaje! grita ese loco de sargento; pero esto ya no hace excitar la risa. Gran barullo sobre el puente. La bruma impide verse. Los marineros van de un lado para el otro horrorizados, a tientas... ¡Ya no hay timón!

Y ¿a qué negarlo, si era la pura verdad y yo, hasta entonces, no me había avergonzado de ella? En éstas y otras, como ya anochecía y andábamos casi a tientas entre los papelotes del despacho, volvimos al salón, precisamente al mismo tiempo que entraba en él el señor de la casa, con un quinqué encendido en la mano.