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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Después de leerla y de releerla, figurándome que no he ofendido a nadie, y que a nadie retrato en ella, e inclinándome casi a creer que por ésta no tendré ningún desafío, aunque necios conozco yo para todo, trasládola a la consideración de los que tienen apego a la vida.
Nos veremos dentro de tres meses, dijo Vesín, pues no emplearán ustedes más tiempo en ir y volver. Si entonces puedo serles útil en algo, tendré en ello mucho placer! Amigo mío, si logramos nuestro propósito, vendremos tan llenos de pruebas que será imposible rehusarnos justicia. Amén, dijo el magistrado. Buen viaje y hasta la vuelta.
Llevadme do quisiéredes, que yo no tendré otra voluntad que la vuestra, y más si la queréis ocupar en vuestro servicio.
Entre tanto, yo tendré muy regalado gusto en ofrecérselas ahora mismo, sin comprometerle por ello a que las lea. No pago yo con impuestos tan gravosos el favor y la honra que me dispensan personas tan bien nacidas como usted, hospedándose en mi casa.
Durante algunos días ha de adoptar un régimen de tranquilidad absoluta. Hay que tratar al cerebro con grandes miramientos antes de emprender una operación de esta clase. Si Dios quiere que mi hijo vea dijo el señor de Penáguilas con fervor le tendré a usted por el más grande, por el más benéfico de los hombres.
Sí, señor. ¿Y los corazones de franela? También. Está bien, señorita. Tendré presente su diligencia y entusiasmo. Don César no movió un pliegue de su rostro varonil en esta conversación. Sus ojos, de una extraña firmeza que rayaba en ferocidad, no se apartaban de la niña.
Parecía que iba á competencia con el V. Padre Caballero en ganar almas para Dios y para sí mismo muchos méritos; y es obligación mía dar aquí por extenso noticias de las heroicas virtudes de entrambos: de las del primero tendré abajo ocasión oportuna; de las del V. P. Lucas la daré en los capítulos siguientes, concluyendo la narración con el felicísimo martirio que padeció el año de 1711.
4 Y mi ojo no te perdonará, ni tendré misericordia; antes pondré sobre ti tus caminos, y tus abominaciones estarán en medio de ti; y sabréis que yo [soy] el SE
Cumplió Vd. bien conmigo, me arregló Vd. la biblioteca, y ¡abur! no ha vuelto Vd. a parecer; de modo que quien está en falta soy yo. No hablemos de eso, señor de Ágreda, ya tendré yo el gusto de ir a saludarle y a recibir sus órdenes.
Se sentó en la cama, entreviendo, a pesar de lo ofuscado que su espíritu estaba, las dificultades de la empresa. «Si lo dejo para mañana, ya no iré, porque me lo quitarán de la cabeza... Y yo le he de refregar la jeta con la suela de mis botas. Si no lo hago, Dios mío, me va a ser imposible ser ángel, y no podré tener santidad. Como no haga esto, tendré que volver a ser mala; lo conozco en mí».
Palabra del Dia
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