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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Ahí está ese gaznápiro decía don Bernardino, espiando lo que no le importa; ¡y pensar que con media palabra mía, podía quitarme semejante estorbo! Por su parte, don Pablo Aquiles se irritaba cada vez que veía pasar al odiado personaje. ¡Cerrar esa puerta! prorrumpía apartando el mamotreto que estudiaba, ¡qué negros éstos! Nada, tendré que cambiar de sitio.
El secreto de su nacimiento quedará encerrado en la casa de sanidad. Yo me vuelvo curadora de su fortuna, y si muere, de fastidio o de enfermedad, heredaré, naturalmente, sus bienes, en calidad de madre. Sí, sí, seréis inmensamente rica, y yo, que he sacrificado toda mi vida en favor de vuestro bienestar y de vuestros intereses, ¿qué recompensa tendré?
Pero no puedo remediarlo. Yo creo que esto es una enfermedad. ¿Tendré yo un mal incurable? Ojalá me muera mañana de él. Así descansaría... »No, no quiero claustro.
Mi clarividencia, en este punto, no es completa todavía replicó el anciano ; pero entreveo y percibo en la penumbra confusa de mis recuerdos ultranatales que he muerto y renacido ya treinta veces en esta mansión terrenal. Y todavía sé poco y todavía para seguir estudiando tendré que morir y que renacer dos o tres veces más antes de alcanzar el nirvana. ¿Y qué es el nirvana? dijo Morsamor.
Sí, lo que es el tiro me lo pego; vaya si me lo pego... Lo malo es que no tengo revólver... Se me está figurando que al fin y al cabo no me pegaré tiro ninguno. Es uno así, tan dejado, que no se arranca... Ya voy viendo yo que una cosa es decir uno de buena fe que se mata, y otra cosa es hacerlo... Pero en fin, yo sigo en mis trece, y al fin, me lo tendré que pegar, no habrá más remedio». vi
Avíseme cuándo habrá locutorio y sabré juntamente cuándo tendré gusto», etc. Llevó el billetico la andadera; no se podrá creer el contento de la buena monja sabiendo mi nuevo estado. Respondióme de esta manera: RESPUESTA «De sus buenos sucesos antes aguardo los parabienes que los doy, y me pesara de ello a no saber que mi voluntad y su provecho es todo uno.
Sé bien que tendré muchos contradictores, y que es hoy moda entre nosotros calificar de curiosidades á los poemas de Calderón y de Lope, y, sin negarles algún valor, se juzgan, no obstante, sin condiciones á propósito para servir en nuestros días.
Ella siguió murmurando, sin darse cuenta de que repetía sus más ocultos pensamientos: Tal vez alguien escriba entonces en los periódicos unas líneas hablando de la llamada «Marquesa», y media docena de personas en todo el mundo me recuerden. Tal vez ni esto, y quedaré para siempre en el fondo del río. Pero ¿tendré valor?...
Calma, amiguito contestó don Gil, poniéndole la mano en el pecho: ¿recuerda usted mi gorro y mis calcetas, un primor de costura y de corte? ¿Y qué tiene eso que ver con la...? Vamos allá. Pues ese traje, ese gorro, esas calcetas, me las hicieron doña Nicolasa y doña Bibiana Remolinos, personas eminentes en el arte de coser, á quienes tendré el gusto hoy mismo de presentar á usted.
Pero como al tomar las órdenes tendré que ser circunspecto, me divierto ahora por aprovechar los últimos días que me restan de la vida alegre de mi juventud.» Talvez no le faltaba razón al excelente joven. El hombre tiene su época de calavera, y siempre le cuesta algún trabajo resolverse á dejarla. ¿Hay un sér mas feliz en el mundo que un estudiante?
Palabra del Dia
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