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Actualizado: 9 de julio de 2025
Pero cuando la noche tendía su sudario sobre ese lugar como sobre todas las cosas, y se agregaba el místico viento murmurando su melodía, entonces, ¡oh, entonces se despertaba siempre en mí el terror por ese lago solitario!
Cuando salió el quinto toro, que era para él, se lanzó a la arena ansioso de asombrar al público con sus proezas. Así que caía un picador, tendía él la capa y se llevaba el toro al otro extremo del redondel, aturdiéndolo con una serie de capotazos, hasta que, turbada la fiera, quedábase inmóvil.
Las contadas veces que Freya se separaba de él, iba á buscarla en el salón de la imponente señora, que tomaba con Ulises un aire de suegra bondadosa. En varias de sus visitas se encontró con el conde. El taciturno personaje le tendía una mano, guardando cierta distancia instintivamente.
Ni un instante me detuve a reflexionar sobre aquel plan que era detestable, malvado, odioso. La asediaba con mil capciosidades. Tratándose de personas que nos conocíamos muy a fondos nos bastaba para entendernos sólo media palabra; pero yo aun añadía una más precisa. Caminábamos sobre un terreno sembrado de artimañas y yo tendía una más a cada paso.
¡Si yo pudiera creer que al otorgarme este favor, usted se muestra bien dispuesta a acceder a mi petición! murmuró Huberto apoyando sus labios sobre la fina mano que la joven le tendía para darle un adiós definitivo.
Soltó los papeles y estrechando la mano que el joven le tendía con tanta ansiedad como si quisiera, agarrarse a él, contestó: Con eso no haría más que cumplir con mi deber; pero hagamos algo mejor: olvidemos nuestras respectivas condiciones y confíese usted no al magistrado, sino al hombre.
En el fondo de alguna cueva estaba la víctima, rota de cansancio, sacudida por el delirio, viendo todavía la sucesión de asaltantes brutales con el rostro dilatado por un entusiasmo simiesco. El grupo miserable tendía en círculo sus manos hacia aquel hombre cuya riqueza conocían todos.
Y le tendía la pluma, a pesar de no haberse mencionado en la conversación el propósito de escribir a persona alguna. No puedo, don Andrés. Soy un caballero, tengo mi palabra dada y no retrocedo venga lo que venga. El viejo sonreía con sarcasmo. Sé todo lo caballero que quieras. Lo serás para esa mujer. Pero cuando rompas con ella, cuando te deje o la abandones tú no vuelvas a Alcira.
Sólo espero que tú, ya que eres el dios tutelar de nuestra casa, me apruebes y bendigas. Pareciole entonces ver al joven duque que su abuelo don Fernando, soltando la preciosa empuñadura de su espada, le tendía, en la tela del Tiziano, ambas manos, como para bendecirle y protegerle... Esto es ilusión de mis ojos se dijo.
Juana, como todo el mundo, había oído hablar de la juventud demasiado ligera de la condesa de Lerne; y comprendió. Hubo un momento de penoso silencio. La señora de Maurescamp dejó violentamente su sillón y avanzando dos pasos tendió la mano al joven. Jacobo se levantó de su asiento, sus ojos se encontraron, estrechó con fuerza la mano que se le tendía, saludó y salió.
Palabra del Dia
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