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Actualizado: 24 de octubre de 2025
Y yo creo que el caso no era para menos. Dígasele a un hombre de las ciudades, hecho a todas las molicies de una vida regalona: «vas a vértelas mano a mano con una bestia de las más feroces y temibles, en el fondo de una caverna del monte, expuesto a que la fiera no esté sola y necesites defenderte de otra o de otras del mismo linaje»; y a ver qué carnes se le ponen a ese sujeto, por templado que sea.
Usted conoce Macbeth y sabe cuál es el espanto del asesino coronado cuando ve levantarse en medio del festín la sombra de su víctima. Examine usted á su prometido y á la cantante y verá reproducirse la tragedia. Pero tenemos que habérnoslas con personas temibles. En una situación parecida la Hawkins se dominó admirablemente y acaso ahora intente burlarnos.
En donde menos se piensa se esconde la reacción fijando su ojo de tigre...» Tiene razón, tiene razón. Está muy bien comparado. «... ojo de tigre... en la libertad, para estrangularla. Los más temibles son los que, llegados a la cima del poder, hacen traición a sus antiguos ideales que les sirvieron de pedestal para escalar las grandezas...»
Ella envuelve, penetra, traslada, transforma la Naturaleza. ¡En qué desierto horroroso, en qué selva sombría no vamos á buscar las aguas que brotan del centro de la tierra! ¡Qué culto más supersticioso no profesamos hacia esos temibles manantiales que nos traen las escondidas virtudes y los espíritus del globo!
Así son los hombres de nuestras familias distinguidas, únicos varones que resultan temibles porque conservan íntegra su inteligencia.
Y hacían memoria de los numerosos combates entre toros y temibles felinos, seguidos siempre del triunfo ruidoso de la fiera nacional. El marqués reía al acordarse de otra de sus bestias.
En el campo como en París, dejaba raras veces pasar una semana sin ir a ver a Beatriz, arrostrando denodadamente para llenar tan sagrado deber de amistad, las temibles iras de la señora de Montauron, quien temía, juzgando por varias apariencias, que la amable persona no viniese a ser un obstáculo para el deseado casamiento de su sobrino.
Decidme exclamó Ramiro sonriendo: ¿qué batalla habrá por el mundo más dura que mi porfía, qué adarve más áspero que vuestro corazón, qué infieles más temibles que esos vuestros ojos, mi señora? Muy tierno me requebráis. Quiero pensar que lo decís de vero. Los dos callaron.
El payés, con ese egoísmo rústico propenso a huir de la desgracia, hacíase el remolón, evitando el cumplimiento de sus obligaciones. Sabía que el mayorazgo ya no era el verdadero amo de Son Febrer, y muchas veces, al llegar a la ciudad con sus presentes, torcía el camino, yendo a depositarlos en las casas de los acreedores, temibles personajes a los que deseaba tener propicios.
De lebreles hablasteis vos, señor barón, y os aseguro que no hay mejor jauría que aquella Guardia en ambos reinos, cuando se trata de correr caza mayor, sobre todo si los dirige un buen montero. Juntos hemos estado en las guerras, señor, pero jamás he visto cuerpo de arqueros más valientes ni más temibles.
Palabra del Dia
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