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Actualizado: 6 de junio de 2025


Gran consuelo recibe Lima toda En ver que ya el Concilio se acabase, Que quiera la gente se acomoda Mejor, si menos es, y que faltase Temian cada rato, como en boda mucha gente hay, y se gastase El pan, y vino y carne, que mil gentes Acuden al Concilio diferentes.

Poco más o menos, como las entretenía su padre en la botica y en la cama, y los señores de Peleches en su empingorotado caserón. Se cruzaban poquísimas palabras entre la hija y el padre; no por enojos mutuos, sino porque temían entrar en conversación.

De su propia ropa no se diga: en pleno invierno andaba por las calles sin abrigo ni capa, respetado de las pulmonías, protegido sin duda contra ellas por el fuego interior de su perversidad. Ya no sabían Doña Paca y Benina dónde esconder las cosas, pues temían que les arrebatara hasta la camisa que llevaban puesta.

Al menos se requería contemplar a Elisa muy de cerca a fin de advertir sobre su rostro alguna levísima huella del tiempo que había pasado. Contábanse tales prodigios acerca del poder seductor de Elisa, que hasta los hombres más fatuos y más preciados de invulnerables temían enamorarse si llegaban a tratarla mucho.

A 12 de Octubre, habiendo dado fondo en el Paroguamini, encontramos con unos Payaguás, los cuales, aunque temían á nuestros indios, se llegaron no obstante á nosotros y nos presentaron biétole y otras frutas de la tierra, á que correspondimos cortesmente con otros regalos.

Íbamos remolcados por El Dragón y protegidos por él, cuando el capitán cortó la amarra y comenzamos a alejarnos del barco a fuerza de remos. El Dragón siguió navegando, hundiéndose lentamente; algunas de las granadas de los ingleses cayeron en el agua a poca distancia de nosotros. Los del crucero temían, sin duda, alguna estratagema, porque iban acercándose despacio al barco abandonado.

Ni el uno ni el otro habían seguramente conservado una impresión desfavorable de su primer encuentro, pero era una impresión vaga, fugitiva, efímera, la duración de un vals; mientras que en aquellas horas de angustia suprema, cada una de las cuales podía ser la última, sus almas no temían mostrarse al desnudo.

En Galípoli, aunque lejos, se sintió el ruido y voces confusas, con que los nuestros tomaron las armas, y quisieron salir á reconocer la campaña, y certificarse del daño que temian; pero Berenguer de Entenza y los demás Capitanes detuvieron el ímpetu de los soldados, que en todo caso querian que se les diese franca la salida; y como la obediencia de aquella gente no estaba en el punto que debiera, no se atrevió Berenguer á enviar algunas tropas á batir los caminos, y tomar lengua, porque temió que tras de ellas seguiria el resto de la gente, y quedaria Galípoli sin defensa, de cuya conservacion pendia la salud comun.

Cual si fuera zahorí que lleva en la mano el número ganancioso, estrecho círculo le rodeaba, tratando de adivinarlo en un gesto, en media palabra de tan conspicuo personaje; y cuando las ráfagas de la tormenta próxima, que así temían los árboles corpulentos como los enanos arbustos, se hacían sentir con mayor ímpetu, a él se acercaban todos, como barómetro seguro, a consultar su prestigioso consejo.

Inspiraba miedo á sus enamorados. Todos temían la burla cruel como respuesta á una petición matrimonial. Por dos veces había anunciado su casamiento con señores de la corte, y á última hora ella misma pidió al zar que negase su permiso. Ningún hombre osaba ya solicitar su mano, por temor á las risas y los comentarios.

Palabra del Dia

rigoleto

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