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Actualizado: 5 de julio de 2025
En las fachadas del bulevar, por encima de la masa verde de los árboles, el sol fugitivo trazaba una pincelada de oro á lo largo de los tejados. La reconoció con el corazón antes que con los ojos, lo mismo que cuando la había visto de lejos en un carruaje acompañando al oficial. Le causaba extrañeza su capota negra con un largo velo de luto descendiendo por la espalda.
Para eso te ha dado Dios ese talentazo tan mal empleado. Se fue la vieja, y Gabriel permaneció solo más de media hora, viendo por los vidrios de una ventana el claustro abandonado. La catedral estaba más silenciosa que de costumbre. La muerte anual de Dios esparcía en la tribu levítica de los tejados un ambiente de tristeza más intenso que el del interior de la iglesia.
Estamos solas le dijo temblando la más vieja. ¿Qué hay, señoras? Tememos que alguien se entre por esos tejados. ¿Cómo, quién se va á atrever? ¿No sabe usted lo que ha pasado, caballerito? dijo Paz. Esa Clarita.... ¡Qué horror, qué perversión!... ¿Para cuándo es el patíbulo? exclamó Salomé. ¡Un hombre, un hombre ha entrado aquí por esa niña, un seductor! ¡Y nosotras tan ciegas que la recogimos!
Habrá que suspender la circulación en las calles para que usted, al marchar, no aplaste á unos cuantos centenares de transeuntes y para que nuestros vehículos terrestres no le corten los pies con sus ruedas. La gente sólo le verá desde las ventanas y los tejados.
¿Es usted un aljibe, don Federico, para querer recoger toda el agua que cae del cielo? preguntó a Stein el pastor José ; colemos adentro, que los tejados se hicieron para estas noches. Algo darían mis pobres ovejas por el amparo de unas tejas. Entraron ambos, en efecto, hallando a la familia de Alerza reunida a la lumbre.
La vio desaparecer en el portal, y permaneció aún mucho rato en la acera dominado por el anonadamiento; abstraído en la contemplación de los últimos resplandores del crepúsculo que palidecían más allá de los tejados del Palacio real.
Nosotros, gentes del campo, no hacemos mal á nadie y nada debemos temer.» Cuatro horas después, al bajar una de las pendientes que forman el valle del Marne, vió á lo lejos los tejados de Villeblanche en torno de su iglesia, y emergiendo de una arboleda las caperuzas de pizarra que remataban los torreones de su castillo. Las calles del pueblo estaban desiertas.
Y como su estatura le permitía ver por encima de los tejados, se dirigió hacia el puerto por el camino más corto. Ra-Ra, luego de quedar sumido en el fondo del bolsillo, se asomó á su abertura, braceando entre gritos de desesperación.
Quiso en el primer momento que la entrevista fuese en la Universidad, y para ello habría tenido usted que entrar en el edificio pasando una pierna por encima de los tejados, y después la segunda pierna, hasta quedar de pie en el patio central. Pero el arquitecto universitario se ha opuesto, temiendo por la integridad de los techos, que son algo viejos.
Sonaban los pianos en atropellada melodía, matizando sus escalas con golpes de timbre; bailaban las parejas, dándose dos vueltas de vals en mitad de la comida; giraban los toldos de los «tíos-vivos» con sus caballitos y carrozas infantiles; asomaban con rítmica aparición por encima de los tejados los verdes esquifes de los columpios, con mujeres de pie agarradas a las cuerdas, chillando como gallinas, las faldas apretadas entre los muslos; y sobre el fondo azul del cielo, la percalina roja y oro de las banderas aleteaba en un ambiente de aceite frito y sebo derretido.
Palabra del Dia
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