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Actualizado: 23 de junio de 2025


Este infeliz inválido, cuyo fondo se había abierto al encallar, amenazaba despedazarse por sus propias convulsiones, y no podía tardar el momento en que, desquiciada la clavazón de algunas de sus cuadernas, quedaríamos a merced de las olas, sin más apoyo que el que nos dieran los desordenados restos del buque.

"Estamos de esperaros ya cansados, Que dias que tenemos entendido Que sois hombres valientes y esforzados, Agora será el caso conocido. Salid los mas valientes y alentados, Riñendo uno con otro este partido, Salid, que tardar tanto es cobardia; Veremos vuestro esfuerzo y valentia.

Dejó de apretar mi mano y hasta retiró la suya: volví a cogerla disimuladamente, pero al poco tiempo la retiró de nuevo. El segundo acto había terminado. Al bajarse el telón me hizo mirar el reloj, y viendo las once, dijo que era necesario partir en seguida, porque a las once y media, a más tardar, iba el criado a buscarla. Salimos del teatro.

No hay que afligirse demasiado dijo Montiño , nacemos para morir y mi hermano era viejo. ¿Y durará mucho tu ausencia, Francisco? dijo Luisa. Mañana, á más tardar, estaré de vuelta. Saca mi loba de camino, Inesita; y mis botas, yo voy por mis pedreñales, siempre es bueno ir bien preparado. Y Montiño abrió una puerta con una llave que sacó de su bolsillo, y entró y cerró.

Dejó de apretar mi mano y hasta retiró la suya: volví a cogerla disimuladamente, pero al poco tiempo la retiró de nuevo. El segundo acto había terminado. Al bajarse el telón me hizo mirar el reloj, y viendo las once, dijo que era necesario partir en seguida, porque a las once y media, a más tardar, iba el criado a buscarla. Salimos del teatro.

El viejo pensaba que Blanca no podía tardar: se oían las voces y las algazaras de las últimas máscaras que se retiraban, y una orquesta lejana, tal vez la del club, tocaba las últimas galopas. Todos aquellos detalles aumentaban la cruel situación del anciano afligido, casi inmóvil, presa de una fiebre terrible.

Su primer cuidado fué cambiar absolutamente de traje y tomar uno que no se hiciese sospechoso á su marido. Por poco que quiso tardar, tardó lo bastante para que, cuando fué á encontrar al conde de Lemos, que estaba en la cámara principal de la quinta, éste la recibiese de una manera duramente excepcional.

No podía tardar en ser de día, y si los australianos llegaban a verlos era segura su acometida, que sólo cuatro hombres, aun armados de fusiles y resueltos a defenderse, no eran bastantes para resistir. ¡Adelante! repetía Van-Stael, que trataba de adelantar camino . Pronto llegaremos al campamento, y, una vez allí, podremos refugiarnos en el junco.

Mira, hombre, créasme o no me creas: las únicas agallas que me quedan... vamos, lo único para que me siento animoso a la hora presente, es para ayudar a que no se te amurrien a ti también las alegraderas. ¿Oístelo? Pues bueno. Algo más y de más importancia que tengo que decirte, ya te lo diré en su hora y lugar correspondientes, y sin tardar mucho.

De este recuento traté de separar algunas partidas principales, a título de «reservas», para las eventualidades del invierno, que no podía tardar mucho en dejarse caer sobre Tablanca, y empecé a contar por los dedos: Chisco, su camarada Pito Salces, Tanasia y su padre el Topero, el Tarumbo, Neluco Celis, don Pedro Nolasco, su hija Mari Pepa y su nieta Lituca, el párroco don Sabas Peñas, Facia, la mujer gris; Tona, su hija; mi tío Celso y el escenario de Tablanca.

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