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Actualizado: 11 de junio de 2025
Mientras tanto, descendíamos dulcemente el curso de las aguas entre dos fajas de húmedas praderas; algunos bueyes de talla pequeña, negros casi todos, y con largos y afilados cuernos se levantaban aquí y allá al ruido de los remos y nos miraban pasar con ojos fieros.
Podeley jamás había dejado de cumplir nada, única altanería que se permite ante su patrón un mensú de talla. ¡No me importa que hayas dejado o no de cumplir! replicó el mayordomo. ¡Pagá tu cuenta primero, y después veremos! Esta injusticia para con él creó lógica y velozmente el deseo de desquite.
Todos aquellos muchachos son pajes para señores, y aquellas muchachas, doncellas para señoras de media talla , que han menester el don para la autoridad de las casas que entran a servir , y agora les acaban de bautizar con el don.
Pero mi criado me espera en mi casa, como espera la cuba al catador, llena de vino; mis artículos hechos moneda, mi moneda hecha mosto, se ha apoderado del imbécil como imaginé; y el asturiano ya no es un hombre; es todo verdad. Mi criado tiene de mesa lo cuadrado y el estar en talla al alcance de la mano.
Vió la talla aventajada de un hombre, y le pareció a su vez que aquel hombre le miraba con atención.... Y tanto se miraron uno a otro, que dos nombres, pronunciados con sorpresa, rodaron sobre la cubierta, entre la monstruosa palpitación del buque, y fueron a extinguirse en el rumor profundo de las olas. ¡Salvador! ¡Fernando! ¿Adónde vas? Al Havre...; ¿y tú?
Todo el nuevo fervor del patriotismo que exaltaba un espíritu halagüeño, la intuición, la acuidad, el dinamismo mental pusiste en tu grandioso empeño. Y tu obra demostró que, si fecundo fué tu pueblo en heroismos de batalla, también podía presentar al mundo un estadista de tu enorme talla.
Siguiéronle rigurosamente los pocos estómagos agradecidos que hablaron después, hombres de corta talla política y de escasa significación literaria; y ya se daba por terminada la serie, preparándose griegos y troyanos a escuchar con la boca abierta la última, la más solemne de las palabras, la que estaba obligado y dispuesto a pronunciar el héroe de la fiesta, en cuyo aspecto se reflejaban harto claramente las hondas impresiones que le combatían el espíritu en aquel trance de prueba, cuando se levantó don Mauricio Ibáñez.
Vió poco después algunos de los curiosos que entraban en el bar, deteniéndose ante el mostrador para beber. Hablaban con grandes aspavientos de asombro. Al oir el nombre del griego repetido muchas veces, fijó su atención. Había gritado «¡banco!» al empezar una nueva talla, cuando la banca poseía ciento cuarenta mil francos. Sólo aquel hombre de suerte era capaz de tal atrevimiento.
La luz de la lámpara iluminaba de lleno su rostro cetrino y anguloso: tenía los ojos grandes, pardos y tercos al mirar; la frente alta, afeada por cierta depresión hacia las sienes; los labios recios y las facciones salientes y toscas, como de talla mal labrada.
Porque un hombre que, como don Silvestre Seturas, tiene: cinco pies y medio de talla, tres ídem de espalda, tanto estómago como despensa, tanta salud como estómago y tres mil reales de renta;
Palabra del Dia
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