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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Mi tío se entretenía en contarme la vida y milagros de cada aldeano que pasaba por delante de nosotros, saludándonos humildísimamente; provisto ya de su miserable tajada, objeto de sus ahorros de un mes.
Un bruto estará mirando largas horas la tajada que le hechiza, pero que está colgada demasiado alto, sin que le ocurra que pudiera practicar la misma operacion que el niño, y formar una escalera. Si se le disponen los objetos á propósito para subir, sube; pero es incapaz de pensar que en situaciones semejantes se debe ejecutar la misma operacion.
Nunca le dejaban ir sin una tajada de sandía, que llenaba la boca del viejo con la dulce sangre de su carne roja, o una copa de figola perfumada de hierbas olorosas del monte.
Y mirando hacia arriba en busca de luz, que ya nos faltaba abajo, montes erizados de crestas blanquecinas, y conos encapuchados de espesa niebla, y gárgolas de tajada roca amenazando desplomarse sobre nosotros; y a todo esto, el camino estrechando y retorciéndose cada vez más, subiendo aquí, bajando allá, y sin poder yo darme cuenta de si, desde que habíamos descendido del Puerto, bajábamos o subíamos en definitiva.
Después de almorzar en Roca Tajada, en la taberna de Matiella, estanquero y albañil, grande amigo de Frígilis, los dos amigos cazadores dejaron el camino real, y por prados fangosos de hierba alta, de un verde obscuro, llegaron otra vez a las orillas del Abroño, allí más ancho, rodeado de juncos y arena, rizado por las ondas verdes que le mandaba el mar ya vecino.
-Sola una de vuestras hermosas manos -dijo Maritornes-, por poder deshogar con ella el gran deseo que a este agujero la ha traído, tan a peligro de su honor que si su señor padre la hubiera sentido, la menor tajada della fuera la oreja.
Las mías han sido tan tremendas, que el día que me tocaba, no podía menos que compararme a San Pedro Mártir, con el hacha clavada en la cabeza. Pero de algún tiempo a esta parte se me alivian con jamón». ¿Cómo es eso?... ¿aplicándose una tajada a la cabeza? No, hija... comiéndolo... ¡Ah!, uso interno... Vale más que te retires dijo Fortunata a su marido, cuyo sufrimiento crecía por instantes.
Tiempo hace que busco un vihuelista, flautista, ó lo que sea, que nos acompañe y pueda tocar de oído, y vos lo tenéis magnífico. Venid con nosotros á Pleyel, que no os ha de pesar, ni os faltarán algunos ducados, buena cerveza y mejor humor mientras sigamos juntos. Sin contar con que jamás hemos tenido cena sin una buena tajada de carne en el plato y vos no seréis menos.
Al fin, llovía sobre mojado, y en cada nuevo embate de la enfermedad se llevaba ésta mayor tajada entre las uñas.
A lo que contestó el ministro: Defender la tajada es lo que importa, amigo, y no dejarla perder, como ha hecho usted. Y a propósito, ¿cómo andan sus asuntos? Don Bernardino, como un enfermo al que preguntan el estado de su dolencia, contestó con angustiado acento, que aquello seguía muy mal.
Palabra del Dia
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