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Actualizado: 19 de junio de 2025
Iguales a las procesiones de vírgenes que desfilan en los tímpanos de las catedrales llevando como ofrenda entre ambas manos un cofre de reliquias, las vírgenes americanas de falda trabada, altos tacones y paso airoso iban de grupo en grupo regalando dulces: «¿Un bombón, señora? ¿Un chocolate, señor?...».
Y lo más maravilloso del caso era que los lentes de resorte de acero, que reemplazaban a las gafas durante los interregnos, manteníanse vigorosos y firmes. Ya sabéis que la paciencia no era la virtud favorita de M. Alfredo L'Ambert. Hallábase un día furioso, pateando sobre unas gafas, haciéndolas pedazos con sus tacones, cuando le anunciaron la visita del doctor Bernier.
No había encontrado á ninguno de sus compañeros, ni siquiera al coronel. Quería marchar solo hacia la ciudad, como si le atrajese la alegría matinal del domingo, que se convierte al llegar la tarde en tedio abrumador. Fuera de la verja le saludó una muchacha que esperaba el paso del tranvía. Era pequeña, pero sus pies estaban montados en violento ángulo sobre unos zapatos de tacones agudos.
Y por último, como Rafaela aspiraba a que todo estuviese en consonancia, hizo venir de París el calzado de D. Joaquín, encomendando al Hellstern o al Costa, que florecía en aquel momento histórico, que reforzase con clavitos los tacones y que pusiese los contrafuertes debidos, para que D. Joaquín perdiese la perversa maña de torcer y deformar, como solía, botines y zapatos.
Tal vez la presión fue ligeramente correspondida, pues el galante coronel se alejó ahuecando su pecho y con paso triunfante, tan vigoroso como lo permitían la estrechez y altos tacones de sus botas. Cuando se hubo alejado convenientemente, Lady Clara abrió la puerta, escuchó por un momento desde la desierta entrada, y luego subió la escalera rápidamente, hasta llegar a su antigua habitación.
Pepita no oyó más: su madre pegó la cabeza á la rejilla, ahogándose las palabras de la penitenta y el confesor en un confuso murmullo. La joven, sentada sobre los talones, sintiendo de la dura carne juvenil la incrustación de los tacones de sus botas, leía en su devocionario automáticamente, mientras pensaba lo que diría al confesor.
No se olvide que en la polka primitiva había su poco de dislocación, mucho contoneo, y que hasta se exigían, para bailarla en regla, tacones de metal en las botas. De modo que bailar la polka era dar un espectáculo, punto más curioso que el que dar pudieran la Güy Stephan ó la Petra Cámara.
Pero esto era lo que menos importaba a aquel rústico. Seguro de tener a D. Juan bajo sus tacones, reía como un bestia, se rascaba la cabeza y dejaba escapar algún dicharacho grosero que ponía aún más fuera de sí al canónigo. Cuando, haciendo grandes rodeos, éste enteró a D. Juan de lo que ocurría, el desgraciado padre quiso volverse loco de desesperación e ira.
Y, para mostrar sus pies, levanta un poco el vestido; son unos zapatitos de seda celeste, de altos tacones, atados con cintas también de seda y celestes. Parecen muy estrechos dice Martín meneando la cabeza con expresión inquieta. Lo son, en efecto responde ella con una sonrisa. Las puntas de los pies me queman como si fueran fuego. Pero de esta manera bailaré mejor, ¿no es verdad, Juan?
Ser conocido es tener el año ganado, pues, si no cuesta nada suspender á uno que no se conoce, se necesita tener duro el corazon para no impresionarse ante la vista de un joven que con su presencia reprocha diariamente la pérdida de un año de su vida. Plácido entró pues y no sobre la punta de los piés como solía hacer, sino metiendo ruido con sus tacones. Y ¡demasiado consiguió su intento!
Palabra del Dia
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