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Actualizado: 20 de mayo de 2025
El día siguiente fué todo sobresalto y amargura. Quevedo opinó que la enfermedad era inflamación de las meninges, y que el chico estaba en peligro de muerte. Esto no se lo dijo al padre, sino á Bailón para que le fuese preparando. Torquemada y él se encerraron, y de la conferencia resultó que por poco se pegan, pues D. Francisco, trastornado por el dolor, llamó á su amigo embustero y farsante. El desasosiego, la inquietud nerviosa, el desvario del tacaño sin ventura, no se pueden describir. Tuvo que salir á varias diligencias de su penoso oficio, y á cada instante tornaba á casa, jadeante, con medio palmo de lengua fuera, el hongo echado hacia atrás. Entraba, daba un vistazo, vuelta á salir.
Debo decir a ustedes, señores, que, al encontrarme con que el gran tacaño de mi suegro no quería pagar ni siquiera el arreglo de la casa, yo había dicho que el mobiliario estaba completo y había encargado en seguida lo indispensable a Berlín y a Königsberg. Naturalmente, me había olvidado de la cama. ¿Qué prefieres? insiste ella; seda rosa cubierta de tul ilusión o seda adornada con puntillas?
No era tacaño en asuntos de dinero, antes bien, se mostraba generoso en la remuneración de los servicios, aunque su largueza tenía mucho de veleidosa e intermitente, fijándose más en el aspecto simpático de las personas que en sus méritos.
Cada lunes y cada martes, el Peor le embestía, le mareaba, le ponía la cuerda al cuello y tiraba muy fuerte, sin conseguir sacarle ni los intereses vencidos. Fácilmente se comprenderá la ira del tacaño al recibir la cartita pidiendo un nuevo préstamo. ¡Qué atroz insolencia!
Mira qué oriente. Se puede hacer un alfiler y ponérselo a ella en el pecho, o al Niño. ¡Un rayo! ¡Valiente caso hace la Virgen de perlas y pindonguerías!... Créame á mí: véndala y dele á los pobres el dinero. Mira tú, no es mala idea dijo el tacaño guardando la joya. Tú sabes mucho.
¿De dónde quieres que los saque?... gemía la infeliz Catalina. Ya no me quedan diez céntimos de lo último que cobré... Debo un mes de alquiler... Ayer pedí prestados quinientos francos a Blondeau el empresario, y ese gordo tacaño no me quiso prestar más que ciento cincuenta... ¡Alhajas no tengo, ni crédito, ni trabajo!... ¡Perdóname, Raguet, ten lástima de mí!... ¡Mientes! vociferó Raguet.
Pero... pero.... ¿y si no fuese envidia, sino castigo? ¿Si se había dispuesto así para anonadar al tacaño cruel, al casero tiránico, al prestamista sin entrañas? ¡Ah! cuando esta idea entraba en turno, Torquemada sentía impulsos de correr hacia la pared más próxima y estrellarse contra ella. Pronto se reaccionaba y volvía sobre sí.
A decir verdad, ninguna de estas teologías ocupaba largo tiempo el magín del tacaño, siempre atento á la baja realidad de sus negocios. Pero llegó un día, mejor dicho, una noche en que tales ideas hubieron de posesionarse de su mente con cierta tenacidad, por lo que ahorita mismo voy á referir.
Pero ese don Eleazar es famoso exclamaba Montifiori, admirando los espléndidos aderezos del viejo judío... ¡Es un artista homme de monde! ¡Qué diferencia de ese imposible y tacaño ministro, que manda esos mamarrachos de lata a mi hija! La curiosidad no dejaba quietas a las mujeres aquella noche.
Iremos, iremos dijo el tacaño con efusión, olvidándose de lo que antes había pensado respecto al campo á que iría Martín muy pronto. Sí, y nos divertiremos mucho, y daremos limosnas á todos los pobres que nos salgan.... ¡Qué alivio siento en mi interior desde que he hecho ese beneficio!... No, no me lo alaben.... Pues verán: se me ocurre que aún les puedo hacer otro mucho mayor.
Palabra del Dia
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