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Actualizado: 20 de junio de 2025


Así fue, que cuando supo el proyectado casamiento, dijo, dando un suspiro y alzando los ojos al cielo: ¡Pobre don Federico! ¡Tan bueno, tan piadoso, tan bendito! Dios los haga felices, como hacerlo puede, ya que nada es imposible a su omnipotencia. Momo, con su acostumbrada mala intención, tuvo el gusto de dar la noticia del casamiento a Ramón Pérez.

Si eso era así, entonces el peligro era terriblemente extraordinario. La debemos encontrar dijo con toda resolución la señora Percival. ¡Ah! suspiró, no , realmente, lo que irá a suceder, porque la casa está ahora en poder de este hombre odioso y de su hija, y él es un tipo de lo más grosero y mal educado.

Como la pequeña Elena estaba casi muerta, partió al día siguiente con una sirvienta y la niña. Pero en casa de la campesina, ya encontré el sitio ocupado por otra criatura. ¡La hija del oficial de húsares! suspiró Marta con voz casi ininteligible. , de su viuda, porque al día siguiente, supe que su padre había muerto.

Luciana pronunció este nombre con voz alterada. Tranquilícese usted dije un poco amargamente, todo su desprecio cayó sobre . Creyó que las cartas me pertenecían. Luciana no pudo contener un suspiro de alivio. ¡Pobre Elena! dijo con embarazo. Estoy desolada por la contrariedad que le causo a usted. Es algo más que una contrariedad respondí un poco secamente.

¡Lindo ruiseñor! a palacio tienes que venir, porque en palacio es donde está el emperador. A palacio iré, iré cantó el ruiseñor, con un canto como un suspiro: ¡pero mi canto suena mejor en los árboles del bosque!

A poco de dar el último suspiro Su Majestad dijo el conde , el pobre Sr.

Cuando usted se encuentre en el cielo decía sonriendo el P. Gil, muy arrellanadita en la silla que le corresponda, ¡qué poco se acordará de su pobre confesor, que estará padeciendo en el purgatorio! ¡No diga eso, padre! Si usted no va derecho al cielo, ¿quién ha de ir? ¡Oh, no! respondía con un suspiro el sacerdote.

Las cabañas, donde, con mano amiga, dulcificaba los dolores de sus convecinos. Donde recogía el último suspiro de los moribundos. Donde socorría a las viudas y enjugaba el llanto de los niños arrodillados ante el cadáver de su padre, mientras les decía estas palabras: «A cambio del oro que os doy, rezad por su almaAllí está la higuera al pie de cuyo tronco mecía nuestras cunas.

Doña María exhaló un suspiro en que parecía haberse desprendido de la mitad de su alma, y no dijo más por el camino. Yo tampoco hablé una palabra. Llegamos a la casa, donde con impaciencia y zozobra esperaba a su ama D. Paco.

Carmen, segura en los brazos firmes y cuidadosos de su amigo, se dejaba mecer y regalar como un niño en la cuna. Había dado un suspiro de profundo alivio, y todo el gozo de la noche azul se le metía en el alma, con halagos de primavera y de ilusión.

Palabra del Dia

vorsado

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