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Actualizado: 26 de junio de 2025
Desde entonces, el señor Fermín tuvo una ocupación y sacudió el marasmo en que le había sumido el dolor. Escribía a su hijo y esperaba sus cartas. ¡Cuán lejos estaba! ¡Si él pudiese ir allá!... Otro día le agitó una nueva sorpresa. Sentado al sol, a la puerta de su casa, vio la sombra de un hombre inmóvil junto a él.
¡Un simple resfriado! ¡Y yo que me creía poseedor de una enfermedad importante!... Profundamente avergonzado, yo he cogido entonces mi sombrero y me he lanzado a la calle, sumido en amargas reflexiones. El fracaso es evidente decía yo para mis adentros . ¿Con qué cara me presento ahora ante los amigos?
Le habían desembarcado de un buque francés procedente de Nápoles, sumido en doloroso mutismo. Quería morir. Durante el viaje le sometieron á una estrecha vigilancia para que no repitiese sus intentos de suicidio. Varias veces quiso arrojarse al agua.
La cárcel era un edificio grande, sólido y austero, con un crecido número de balcones y ventanas, cosa que me sorprendió, a pesar de la turbación de ánimo en que me hallaba, pues tenía la idea de que en las cárceles había poca ventilación. Me encerraron en un calabozo circular, sin ventana ninguna: de suerte que me vi sumido en la más completa oscuridad.
Se dejó caer en una silla: puso ambos puños cerrados en su cara y en sus rodillas ambos codos, y así permaneció más de media hora sumido sin duda en un mar de reflexiones amargas. Cualquiera, si le hubiera visto, hubiera sospechado que acababa de asesinar a Pepita. Pepita, sin embargo, apareció después.
Su primo le miró con ojos interrogantes, como si encontrase en sus palabras cierta ironía. Sí: la vida de familia dijo. Es la que más me gusta. Lástima que en este Bilbao no pueda uno gozarla á sus anchas, libre de influencias extrañas. Tú bien lo sabes, Luis. Y calló, mientras el médico quedaba también silencioso y cabizbajo, como sumido en penosas reflexiones.
Al ver a Maltrana sumido a todas horas en el estudio, sentía cierto miedo por la suerte de su alma. Poníase entonces la mantilla, y con traje negro y el rosario en la muñeca, entraba en el cuarto del estudiante. Isidrín, hijo mío, te vas a matar estudiando tanto... Acompáñame. Se lo llevaba a misa o a la novena, a los templos donde se anunciaban sermones de predicadores de cartel.
Los cabellos de Gertrudis se han desprendido y flotan libremente; brilla en sus ojos una llama que sólo se ve en las personas ebrias de felicidad; todo su ser parece sumido en el deleite de esos momentos. Si no me ardiese el pie como fuego del infierno... dice cuando Juan la lleva a su sitio. ¡Descansa un poco! Ella se echa a reír.
Calla, para no decir algo que el príncipe no debe escuchar de su boca; acepta como un bien el silencio de asombro que se interpone entre él y Lubimoff; teme que éste salga de la estupefacción en que le ha sumido su noticia. Como desea alejarse, propone algo que le parece un remedio. ¿Quiere Su Alteza que lo llame? Seguramente vendrá. Tal vez hablando los dos...
Don Alonso, bajo su varonil empaque, disimulaba un corazón capaz de profundos enternecimientos que le humedecían de súbito los ojos, como a una mujer. Había mirado siempre a Ramiro con indiferencia; pero, al verle ahora sumido en aquella melancolía, sintió una extraña compasión que él mismo no hubiera podido explicar. Desde entonces comenzó a agasajarle.
Palabra del Dia
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