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Actualizado: 25 de julio de 2025
No te digo que estoy muy tranquilo, majo. ¡Toma otra palomita! Y le dió otra bofetada. ¡Por Dios, don Benigno, sosiéguese usted! ¡Allá va otra palomita! Nueva bofetada. No pudiendo calmar con sus ruegos al enfurecido excusador, y sospechando que el bando de palomas iba a ser numeroso, el redactor en jefe del Faro gritó con todas sus fuerzas: ¡Socorro, que me matan!
Doña Lupe estaba muy satisfecha; pero sospechando que la fundadora iba a sacar el temido guante, se despidió con prisa. «Amiga de mi alma, la obligación me llama a mi choza...». Sí, sí le dijo Guillermina . La obligación antes que nada. Hasta luego. Y llevando aparte a Fortunata en el corredor, su tía le dijo: «Tú te quedarás aquí un ratito; si hay petitorio, no quedaremos nosotras en mal lugar.
Y dos días después de aquella advertencia hecha por una madre prudente y por un camarada emancipado, no estaba lejos de admitir tanto estaba llena mi mente de escrúpulos, de curiosidades y de inquietudes, que mi tía y Oliverio tenían razón sospechando que estaba yo enamorado; pero, ¿de quién?... El domingo próximo por la noche nos reunimos todos como de ordinario en el salón de mi tía.
Nada diría yo si creyese su determinación enteramente nacida de fervor religioso; pero yo me atormentaba y aún me atormento sospechando que la desesperada soberbia de mi hija y la lucha interior entre el respetuoso cariño que me tenía y me debía y el pésimo concepto que de mí formaba, la habían llevado a sacrificarse. Aun así la grandeza del sacrificio la ennoblecía a mis ojos.
Estaba reducida a usar tan sólo la tercera parte de los vocablos que emplear solía, y aún no se le quitaban los escrúpulos, sospechando que tuviese en algún eco infernal las voces más comunes. Lo que Fortunata le oyó claramente fue esto: «¡Ay, qué gusto salvarse!»... Pero al punto frunció Mauricia el ceño. Le había entrado la sospecha de que la palabra gusto fuese mala.
Y estando en esta porfia, llegáronse á Inca Yupanqui sus tres buenos amigos, y sospechando la traicion que Viracocha Inca queria hacer, no consintieron que Inca Yupanqui entrase en el aposento.
Pues si de estar buscándola ya se trataba, como ellos iban sospechando, y le veían lúcido, sano y contento, ¿qué más necesitaban saber por de pronto? Ya se andaría lo que faltaba por andar; ya les daría la sorpresa de las sorpresas cuando fuera la hora de dársela... Pero ¿por qué lado la tomarían entonces?
Porque Sacramento no cayó al adulterio arrastrada por la pasión tardía y avasalladora que acaso puede perdonar cierta soberana grandeza de alma: fue el tipo complejo de la medio malvada, medio enferma, a quien no se mata por infame sospechando que pueda ser irresponsable. Al fin, vencido, y lo que es más triste, resignado, prescindió de ella.
No pagar feudo a mesones y hosterías, no siendo tan devoto para romero, y sospechando que mi vestido de soldadesca me reclutase a fuerza viva para esas banderas de Italia, resolví cobijarme uno de tantos disfraces como aprendí y estudié con la noble caballería de la industria.
Era el ardor del neófito que asusta al maestro, la audacia del renegado que quiere borrar con tremendas exageraciones el recuerdo de su historia. Además, se creía con derechos absolutos sobre la persona y los bienes de su catequista, y miraba con hostilidad a la pareja que vivía con el señor Vicente, sospechando que le despojaban de una parte de lo que consideraba como suyo.
Palabra del Dia
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