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Actualizado: 2 de junio de 2025
En los balcones, las jóvenes gritaban hacia el interior de la casa, y salían otras apresuradamente, interesadas por el llamamiento. Fermín sonrió al notar la curiosidad y el escándalo que esparcía al andar aquella joven. Asomaban entre las blondas de su mantilla unos rizos rubios, y bajo los ojos negros y ardientes una naricilla sonrosada parecía desafiar a todos con sus graciosas contracciones.
Al amanecer se le fijó un agudo dolor en el costado izquierdo que le obligó á llamar al médico. Á las diez de la mañana estaba declarada la pulmonía, y el médico de la villa le daba un fuerte lancetazo y le extraía buena porción de sangre. La condesa, á las doce del mismo día, asomó su carita graciosa y sonrosada por la puerta del cuarto y preguntó con interés: ¿Qué es eso, Pedro, qué te pasa?
Carlos Raynal, huérfano desde la cuna, no recordaba más parientes que aquella tía Liette que le había recogido antes de que su boquita sonrosada hubiese balbucido el nombre de «mamá» cuya dulzura no debía jamás saborear.
Carlitos era el hijo más guapo que tenían los Sres. de Rivera, y el más aplicado también. Cara redonda y sonrosada, facciones correctas, ojos negros y expresivos y poblados de largas pestañas.
Al aproximarse a la luz del velón, Salvatierra se fijó en el color cobrizo de su cara, en las córneas de sus ojos, que parecían manchadas de tabaco, en sus manos de dos colores, con la palma sonrosada y el dorso de un negro que aún se hacía más intenso bajo las uñas.
Ahí donde le ve usted, con su cabecita blanca y sonrosada como un polluelo de cría, que aún parece más pequeña sobre el corpachón enorme, ¡lleva cada cosa dentro de ella...! Ha hablado mucho en Madrid, y los papeles impresos se ocupaban de él como si fuese el Guerra. Su sabiduría encuentra remedios para todo. ¿Le hablan de la miseria que hay en el mundo?
Una última sacudida de su honradez indignada estuvo á punto de apoderarse de Mauricio ... Ya abría la boca para responder: "No necesito compensaciones y usted sería incapaz de amar á nadie, ni á su sobrina, como yo soy amado por mi tutor." Pero entró Herminia, rubia, sonrosada, fresca, sonriente; y todo quedó olvidado.
La hablaba misteriosamente al oído, sin saber casi lo que decía; murmuraba en su sonrosada oreja palabras acariciadoras que le parecían dichas por otro y le estremecían al decirlas con escalofríos de pasión. Sí, era verdad; aquella noche era la soñada por el gran artista: la noche de bodas del arrogante Mayo con su armadura de flores y la sonriente Juventud.
Era una morena más pálida que sonrosada, la nariz pequeña, la boca fresca, la cabeza y la frente muy bien modeladas, el cabello castaño y los ojos garzos, ni grandes ni pequeños, más baja que alta, apretadita de carnes y abultada de formas, revelando en sus movimientos un gran vigor muscular.
Cuando iba a la escuela con su carita sonrosada, un traje gris y una boina roja en la cabeza rubia, todas las mujeres del pueblo la acariciaban, las demás chicas querían siempre andar con ella y decían que, a pesar de su posición privilegiada, no era nada orgullosa. Una de sus amigas era Ignacita, la hermana de Martín.
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