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Actualizado: 5 de junio de 2025
La muchedumbre discurría por las aceras. Ya no se veían aquellos rostros rojos y fruncidos que pasan rápidos en el centro del día buscando sombra. Ahora se dilataban gozosos, sonrientes, contemplando los escaparates bajo la luz blanca y fantástica de los arcos voltaicos. El coche de los novios hacía volverse a todos y le seguían con la vista curiosos y admirados hasta que se perdía a lo lejos.
Elenita sostenía que su tío no sudaba agua como los demás, sino café con leche; y como todos los ojos se volvían, sonrientes, a mirarle, el buen señor no podía ocultar su despecho. Cada cual comenzó a hablar con los que tenía al lado. Isabel y Villa empeñaron una conversación animada. La de Enríquez y su novio, lo mismo.
Oí, en efecto, gran algazara, y, al tender la vista por el taller, observo que todos los rostros están vueltos hacia mí, sonrientes; que se agitan las manos, imitando mis ademanes, un poco descompasados; que se tose, y se estornuda, y se ríe, y se patea. Esta noche pase uté por casa. Vivo en Triana, calle de San Jasinto. Pregunte uté por el corral de la Parra me dijo Paca cada vez más agitada.
Desde el día siguiente al de mi libertad había olvidado completamente mis años de colegio; es la única época de mi vida que me dejó el alma fría, el solo recuerdo de mí mismo que no me ha hecho feliz. En cuanto a lo futuro, pensaba en París con el confuso recelo que va inherente a las necesidades previstas, inevitables, pero poco sonrientes que siempre serán bien conocidas demasiado pronto.
Ella no se tomó el trabajo de fingir la más leve resistencia, de coquetear con negativas sonrientes acompañadas de ojos aprobadores. Desde que te vi, adiviné que esto iba a ser... y ha sido. Tú pensarás lo que quieras; tal vez me crees más fácil de lo que soy. Pero contigo, ¡para qué fingimientos!...
A la verdad que tienen aire de recien domesticados, observa doña Victorina; ¡vamos á ver á los medio salvajes! Despues, la docena de muchachas, á su cabeza la alegre y viva Serpolette, ataviadas con sus mejores trajes, llevando cada una un gran ramillete de flores á la cintura, risueñas, sonrientes, frescas, apetitosas, se colocan con gran desesperacion de Juanito junto al poste de las servantes.
Indudablemente, esa ensenada profunda, bordeada por colinas caprichosas, salpicadas de montes, chalets relucientes, aldeas y castillos modernos, presenta un aspecto encantador. Pero no, no es la bahía de Río de Janeiro, ese orgullo de la zona tropical, con su cielo de un azul intenso como sus aguas, sus montañas, sus palmares y cocoteros, sus islas sonrientes.
Estaba trémulo, y quizás la misma emoción hízole distinguir bruscamente a las doncellas sentadas a la morisca, sobre almohadas de terciopelo, y a los sonrientes galanes que las atendían, doblando la rodilla sobre el corcho. Ramiro, después de los saludos, fue a postrarse junto a Beatriz. Su confusión era enorme.
Yo, sin hacer caso, volví a preguntar: ¿Estás indispuesta? Entonces, levantando la frente, con los ojos nublados de lágrimas y sonrientes a la vez, exclamó con rabia: ¡Vete, payaso, vete! No quiero que me veas llorar.
Herminia cambió una mirada inquieta con Mauricio y salió. Puestos en presencia el uno del otro, el prometido y la tía se observaron un momento. Ambos estaban sonrientes pero sus fisonomías aparecían un tanto contraídas. La señorita Guichard tomó la palabra y dijo con voz firme: Mi querido Mauricio, henos ya en el día decisivo.
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