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Actualizado: 10 de julio de 2025
La venida del infante D. Fernando al ejército, acabó de poner en desesperacion á los griegos que estaban sitiados, y dentro de pocos dias se hubo de entregar con mucha perdida en las manos del vencedor, porque aunque no perdieron las vidas, quedaron sin haciendas. Berenguer de Entenza tambien tomó á Megarix.
En esto se presentaron inesperadamente unos piratas españoles, mandados por un tal Bernardino Talavera, audaz facineroso. Montaban en un buque que habían robado a un mercader genovés y se ofrecían para vender víveres a los sitiados. Ojeda, convaleciente de su herida, se embarcó con ellos para solicitar auxilios del gobernador de Santo Domingo.
Los capitanes que le seguían juzgaban imposible la empresa: los sitiados que mandaba Justino de Nassau, se defendieron heroicamente: Mauricio acudiendo en su socorro rompió los diques para anegar el campamento de Espinola: tuvo éste que batirse como soldado al mismo tiempo que mandaba como jefe, hasta que entrada la primavera se rindió la plaza honrosamente, saliendo la guarnición con cajas y banderas.
Pero que estos, lejos de sentir aquel accidente, impuestos de la novedad por un indio desertor, habian hecho iguales demostraciones de júbilo, con sus cajas, bocinas y repetidas algazaras, voceando á los sitiados, que el ejército del Rey que acababa de llegar, y venia mandado por el Visitador General de estos reinos, D. José Antonio Areche, iba en su favor á castigarlos, por los muchos indios que habian muerto, y que luego verificarian que José Gabriel Tupac-Amaru habia procedido en virtud de órden de S.M., cuyas espresiones eran solo el efecto de la sagaz política con que el caudillo Tupac-Catari y sus capitanes los tenian seducidos y engañados.
Receloso Payo Arias de Castro que estaba en Córdoba, de que le quitase de rechazo su villa de Espejo, allí cercana, partió con Martin Alonso de Montemayor y otros caballeros á socorrer á los sitiados, los cuales, perdida la villa y dejando el vestíbulo de su iglesia cubierto de cadáveres, se habian refugiado en el castillo tapiando la puerta á piedra y lodo.
Cuando la Luna salió tras los altos abetos alumbrando los tristes grupos de sitiados, Hullin era el único que velaba, presa de los ardores de la fiebre.
Llegado, sin embargo, al extremo de la cuerda, se dejó caer desde no pequeña altura sobre la cumbre del más alto risco, que quedaba al pie de la formidable roca donde se hallaban sitiados sus amigos. Tan alta era ésta que todavía tuvo que descender Roger más de veinte varas, por una escarpada pendiente que apenas le ofrecía punto de apoyo.
Porfiada fué la lucha, pero terminó con la retirada del enemigo, no sin que los sitiados tuvieran que deplorar la muerte de Reiter, el caballero bohemio, á quién alcanzó en la cabeza un golpe de maza. Primera etapa, dijo tranquilamente Duguesclín. Parece que por ahora tienen bastante. Y no deja de haber entre esos perros algunos muy valientes y que se baten bien, comentó el señor de Morel.
Pero en la guerra se vive como se puede y aquí estamos sitiados. Rafael admiraba los hoyuelos que una risa graciosa trazaba en aquellas mejillas; la luminosa dentadura, que parecía temblar en su estuche de rosa. A ver, Cupido; fuera pronto ese traje; no quiero que por mí pille usted una pulmonía que prive a la ciudad de su principal regocijo.
Después pusieron a Catalina, Luisa y los demás sitiados en los schlittes y los bajaron a la aldea. Pintar el entusiasmo y el enternecimiento de sus amigos cuando los vieron llegar, más delgados que Lázaro al salir de la tumba, es algo imposible.
Palabra del Dia
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