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Actualizado: 8 de junio de 2025


¡Oh, madre Anfitrita!... Ferragut la describía lo mismo que si hubiese pasado ante sus ojos. Algunas veces, cuando nadaba en torno de los promontorios, como los hombres primitivos, sintiéndose envuelto por la fuerza ciega de las potencias naturales, había creído ver á la diosa desembocando entre dos rocas, con todo su risueño cortejo, luego de haber descansado en una cueva marina.

No se daba por convencida Doña Paca, que sintiéndose minada de una melancolía corrosiva, no veía ya en la existencia ningún horizonte que no fuera ceñudo y tempestuoso.

Tiempo hacía que Maxi se había dedicado a mirar al cielo. «Mire uste, Sr. D. Evaristo dijo sintiéndose lleno y ahíto de aquella espiritual sustancia, acopiada a fuerza de barajar sus tristezas con las hojas de los libros . La desgracia me ha hecho a volver los ojos a las cosas que no se ven ni se tocan.

Esa libertad de que los Suizos han gozado y gozan ha producido dos grandes resultados: en primer lugar, cada suizo, sintiéndose libre y con dignidad, ha nutrido en su corazon el mas profundo y altivo sentimiento de patriotismo y fidelidad á la nacion, al canton y al distrito, en virtud del cual está pronto siempre á defender la patria y consagrarle su vida.

¡Cuánto sabes, Isidro! murmuró acariciándole con la mirada . Por eso te quiero tanto: porque dices cosas bonitas. Maltrana rió de la sencillez de la muchacha, sintiéndose halagado al mismo tiempo por su admiración. Casi se arrepintió de lo que llevaba dicho: eran tonterías; la hablaba como si fuese un compañero al que quisiera turbar con sus paradojas.

Luego, al empuñar con su diestra la enorme cachiporra, le pareció que se habían doblado su estatura y su vigor, sintiéndose capaz de suprimir de un golpe á cuantos pigmeos intentasen cerrarle el paso. Ahora va usted á viajar con más comodidad dijo, tomando á Popito entre dos dedos y elevándola sobre la mesa.

Y al juez no le parecía increíble que Vérod, sintiéndose amado, se satisficiera con sólo la amistad pura: si el artista había puesto en juego el sutil expediente de la poesía para seducir a aquella mujer, si había ennoblecido con la magia de la expresión literaria su descontento y sus deseos, la Condesa d'Arda había podido, despertándose del sueño de un afecto paternal, encontrándose inevitablemente en el terrible dilema de vivir pecando o de morir para evitar la culpa, aferrarse al más desesperado, pero menos indigno de los extremos.

Que tantas emociones en su pecho Deja que broten y les niega un nombre Se agita mi alma, desesperada y gime, Sintiéndose en la carne prisionera; Recuerda al verte su misión sublime Y el frágil polvo sacudir quisiera. Mas si del polvo libre se lanzara, Esta que siento, imagen de Dios mismo, Para tender su vuelo no bastara Del firmamento el infinito abismo!

La noche del baile se había retirado a su casa, pasando antes por la de Belinchón. Allí le dijeron que el señorito Gonzalo se había ido a Tejada. El anciano sospechó que no sintiéndose bien, se iría a meter en la cama. Al día siguiente, él mismo se sintió un poco indispuesto, porque no estaba acostumbrado a trasnochar, y se quedó en casa.

A la vista de ese hijo suyo que tanto se le parecía y que le había sido tan simpático desde los primeros momentos, sentía como una especie de admirado amor y se decía a mismo que no podría consolarse jamás de haberle tan pronto perdido. Avanzó lentamente hacia la alcaldía, buscando a Simón Princetot entre los campesinos allí reunidos y sintiéndose hondamente disgustado al no verle.

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