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Yo hice, yo llevaré, yo soportaré, y guardaré. 5 ¿A quién me asemejáis, y me igualáis, y me comparáis, para ser semejante? 7 Se lo echan sobre los hombros, lo llevan, y lo sientan en su lugar. Allí se está, y no se mueve de su lugar; le dan voces, y tampoco responde, ni libra de la tribulación. 8 Acordaos de esto, y tened vergüenza; tornad en vosotros, prevaricadores.

Y Gregoria, que dice... Estas mujeres son de lo más infeliz que ha echado Dios a la tierra; las hay vivas y aun de talento, ya lo creo, pero a la que sale tonta, y son muchas, el animalillo más miserable de la creación la gana en malicia... Gregoria es tonta de remate, de una candidez evangélica, y se traga cada rueda de molino, que da miedo; la pobrecita no tiene más defecto que sus celos ridículos que, francamente, no sientan a su edad, pero es buena, y me quiere, eso ; ¡me lo ha probado muchas veces!

21 el cual transformará el cuerpo de nuestra bajeza, para ser semejante al cuerpo de su gloria, por la operación con la cual puede también sujetar a todas las cosas. 2 A Evodia ruego, y a Síntique exhorto, que sientan lo mismo en el Señor.

Pues a esa provincia repuso el complaciente médico . Tome usted muy poco de lo sulfuroso y cuanto pueda resistir de lo del mar; y si Luz no tiene miedo a las olas, que se columpie en ellas también siempre que le la gana, pues hasta en naturalezas tan saludables como la suya sientan esos tónicos a maravilla.

Para que la mayoría de los hombres no se sientan inclinados a expulsar a las golondrinas de la casa, siguiendo el consejo de Pitágoras, es necesario argumentarles, no con la gracia monástica del ave ni su leyenda de virtud, sino con que la permanencia de sus nidos no es en manera alguna inconciliable con la seguridad de los tejados.

Había que esperar a que cerrase la noche. Pero la muchedumbre estaba dominada por esa impaciencia que, entre la gente levantina, basta que sea manifestada por uno para que los demás se sientan contagiados. ¡Fueeego..! ¡fueeego...! seguían aullando de los cuatro lados de la plazoleta.

Todos los días del año, al amanecer, ya están juntos todos los cabildantes a la puerta del corregidor, en cuyos corredores tienen un banco o escaño en que se sientan entretanto es hora de ir a misa, que siempre es temprano.

Porque ser partidario del arte por el arte, y yo lo soy muy convencido, no puede amenguar ni estorbar, aun cultivando esta que se llama amena literatura, el entusiasmo por ideas de distinta índole; las cuales unas veces veladamente se transparentan y otras ostensiblemente se muestran en la labor de cada uno; pues no es posible, y menos en nuestra época, que el literato y el artista sientan y piensen ajenos al ambiente que respiran.

Los anamitas, encuclillados, oyen la historia, que no cuentan los cómicos hablando o cantando, como en los dramas o, en las óperas, sino con una música de mucho ruido que no deja oír lo que dicen los cómicos, que vienen vestidos con túnicas muy ricas, bordadas de flores y pájaros que nunca se han visto, con cascos de oro muy labrados en la cabeza, y alas en la cintura, cuando son generales, y dos plumas muy largas en el casco, si son príncipes: y si son gente así, de mucho poder, no se sientan en las sillas de siempre, sino en sillas muy altas.

Hartrott volvió á insistir en la inferioridad de los enemigos de su raza. Para luchar se necesitaba fe, una confianza inquebrantable en la superioridad de las propias fuerzas. A estas horas, en Berlín todos aceptan la guerra, todos creen seguro el triunfo, ¡mientras que aquí!... No digo que los franceses sientan miedo. Tienen un pasado de bravura que los galvaniza en ciertos momentos.