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Actualizado: 13 de junio de 2025
Mírela usted decía señalando á la imagen. ¡Qué hermosa es! ¡Y qué bien le sienta la corona!... Aresti miraba la imagen, el «fetiche bizkaitarra», como decía él en sus cenas con los amigos de Gallarta, y la encontraba grotescamente fea, como todas las imágenes españolas que son famosas y hacen milagros.
Autorizado competente uno de los testigos del ajuste, marcha á buscar al punto más inmediato dos azumbres de vino tinto para mojar el trato, es decir, para hechar la robla; y mientras vuelve, el comprador se sienta en el suelo, saca un pesado bulto del bolsillo interior de su chaqueta, y comienza á desliarle capa á capa, como si fuera una cebolla.
Yo les escuché inmóvil, petrificado, reteniendo el aliento y con el pecho oprimido, pues sus palabras caían sobre mi corazón como gotas de agua helada. » Voy a ser feliz, Magdalena decía Amaury. Todos los días podré ver tu adorable cabeza encerrada en el marco que mejor le sienta: el claro cielo de Nápoles y Sorrento. » Sí, Amaury contestaba Magdalena.
En nuestras almas suele entrar cubierto de harapos como un mendigo, se sienta en el rincón más obscuro y allí espera silencioso a que le arrojemos algunos mendrugos de nuestra mesa. ¡Ay del mortal que le niegue esos mendrugos! Más le valiera no haber nacido, dice Jesús en su Evangelio. Más nos valiera a todos no haber nacido.
He llegado de Brandeburgo, señores, por otro nombre reino de Prusia, en cuyo trono se sienta un hombre que no da dos notas seguras... ¡un hombre que toca la flauta como un principiante!... y le llaman ¡Federico el Grande! ¡Y serán ustedes capaces de indignarse porque el mio amico Farinelli sea ministro!... ¡él! ¡El maestro, el dios de la música sobre la tierra!... ¡él! ¡que debería ser maestro de capilla en el Cielo, que debería cantar con los ángeles si éstos pudiesen comparársele!... ¡El, que ha dicho presentándome a Sus Majestades: Aquí tienen el primer cantante de Europa!
Desde aquel momento no me volvió a mirar como me mira siempre. Le chafé su amor propio. Es como cuando se sienta una, sin pensarlo, sobre un sombrero de copa, que no hay manera, por más que se le planche después, de volverlo a poner como estaba. Esta sí que no me la perdona.
El resto del manuscrito de nuestra madre no tiene interés ninguno para la tercera generación de sus descendientes; son bagatelas de su virtud. Cualquiera de los pequeñuelos de hoy, que sienta curiosidad de conocerlas, las encontrará escritas de su puño, entre los dieciocho pequeños cuadernos originales, que les trasmitiré tal como los he recibido, de un inventario de los afectos del corazón.
A este balcón es al que se asoma Azorín de cuando en cuando, porque es el de su cuarto, y aquí en este cuarto es donde él pasa sus graves meditaciones y sus tremebundas tormentas espirituales. Azorín se sienta, lee un momento, baja, sale, también de cuando en cuando, a la puerta. Salir a la puerta es una cosa que no se puede hacer en Madrid; es una de las pequeñas voluptuosidades de provincias.
Al llegar frente a la casa lujosa, se sienta en la acera y poco a poco va sacando algo de lo que ha recogido aquella noche, para separar lo que haya de vender de lo que quiera guardar. De pronto se oyen a lo lejos pasos de alguien que viene corriendo, arrastrando en chancleta los zapatos, y por la esquina inmediata aparece una chica de veinte años, feísima.
Y como no le eche algo al condenado, me da muy mal rato». Si quiere usted... aguarde usted... yo... dijo Fortunata pasando revista mental a su pobre despensa. Quite usted allá, criatura... No faltaba más... ¿Piensa que no me puedo pasar...? No es que yo apetezca nada; lo tomo hasta con asco; pero me sienta bien, conozco que me sienta bien.
Palabra del Dia
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