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Actualizado: 27 de junio de 2025


Yo, que, de muchacho, tenía cierto ascendiente sobre él, intentaba convencerle de que debía tomar aquel mundo fantástico como real, si quería, pero sin darle demasiada importancia. El solía replicarme, de una manera solemne: Shanti, sabes más que nosotros, porque has estudiado; pero otros de más edad y de más saber que yo han visto estas cosas. Es verdad decía algún viejo ámigo suyo.

El periódico traía al principio una narración que se llamaba: «El duelo de Shanti Andía», y contaba mis amores con Dolorcitas en Cádiz y mi desafío con el marido, todo arreglado de tal manera, dicho con tal perfidia, que yo aparecía como un miserable completo. El artículo me produjo una cólera profunda y determiné insultar y abofetear a Machín la primera vez que lo encontrara.

Lleva el traje nuevo. El señor don Matías Cepeda era el socio principal de la Sociedad naviera Vasco-Andaluza, Cepeda y Compañía, propietaria de la fragata que mandaba don Ciriaco y de otros muchos buques. Fuimos al barco, dormí yo en mi camarote y por la mañana me despertaron dos golpes en la puerta. ¡Eh, Shanti! me dijo don Ciriaco , ya es hora. Duermes como un lirón.

Aquí no podemos ir más que dos añadió . Esto no resiste más; uno que reme y otro que vaya achicando el agua y teniendo cuidado de que no se abra el boquete. ¿Quién de vosotros va a venir? Dilo contestó Zelayeta, no muy entusiasmado. Bueno; que venga Shanti. ¿Dónde está el achicador? Debe estar en el bote, si no se ha ido al agua le dije yo. Sin achicador no podemos hacer nada murmuró Recalde.

¡Oh, gracias; gracias! ¡No es que pudiera dudar de una simple promesa tuya, pero así estoy más tranquilo. Toma el sobre. Guárdalo. Yo guardé el sobre en el bolsillo interior de la americana. ¿Quiere usted algo más? le pregunté. No, nada más. ¿Cómo te llamas, sobrino? Santiago. ¡Ah! Shanti. Así se llamaba también mi padre. Haz el favor de decir a mi hija que venga.

Don Ciriaco pensaba zarpar al día siguiente; yo quise acompañarle hasta el barco; pero él no lo permitió. vete a estudiar a San Fernando me dijo . No pasará mucho tiempo en que seas el que te vayas y yo el que me quede. ¡Adiós, Shanti! Adiós. Nos abrazamos, él se metió en el bote y desapareció.

Bueno murmuró el viejo , no quiero retenerte más, Shanti. ¡Adiós! y me tendió los brazos y me estrechó en ellos débilmente. Salí del cuarto y bajé con Mary al raso del caserío. Si puedo servir a usted en algo, dígamelo usted advertí a mi prima. Hoy no necesito nada. Cuando necesite.... Entonces, hábleme usted sin ningún reparo. Así lo haré. ¡Muchas gracias! Adiós, Mary. Adiós.

¡Fuera! ¡Fuera! ¡Ese patrón al agua! No te vayas, Shanti gritaban los demás. Cuando ya no podíamos con nuestra alma, abandonamos el Guezurrechape, y nos fuimos a casa. Llovía, el muelle estaba cenagoso; yo me equivoqué y en vez de ir hacia casa fuí al Rompeolas. Gracias al sereno, que me encontró y me acompañó hasta casa, pude encontrarme al amanecer en mi cuarto.

Cayeron sobre la mesa una porción de papeles. Eran acciones de minas, títulos de la Deuda..., una fortuna. Entre ellos había una carta, que decía así: «Mi querida Mary: La carta de tu padre que me trajo tu marido hace algún tiempo me reveló que y yo somos hermanos, hijos del mismo padre. Shanti, a quien tanto he odiado, es pariente mío, casi hermano.

Yo, en el estado de pesadez que me encontraba entre los vapores del alcohol y el humo del tabaco, perseguía estas melodías atropelladas, monstruosas, que salían de la filarmónica y que iban cambiando a cada instante. A veces decía: Bueno, señores, me voy y me levantaba para marcharme. No, no decían todos. No te vayas, Shanti gritaba un viejo. Tengo que marcharme.

Palabra del Dia

rigoleto

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