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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Yo quiero que mi confesor tenga firme por las riendas, que sea severo y hasta duro conmigo... Usted me riñe poco todavía, padre. Quisiera que usted fuese más severo... que me castigara fuerte... y hasta me pegara, para demostrarle bien mi sumisión. Dijo las últimas palabras con voz temblorosa y el rostro avergonzado, fijando en su confesor una mirada de tímida adoración.
»Severo y brusco para todo el mundo, Teobaldo tenía para mí una dulzura y bondad infinitas. Aunque las funciones de preceptor tienen algo de enfadosas, nada podía agotar su paciencia, ni aun las rudas pruebas a que le sujetaba mi estudio de las lenguas extranjeras.
La monja que había reprendido a su compañera se destacó del grupo para decirle: Madre, la hermana Luisa acaba de jactarse de coser mejor que la hermana Isabel y se ha impacientado mucho porque le dije que no debía hacerlo. ¿Es verdad, hija mía? preguntó en tono severo la superiora. La hermana Luisa bajó la cabeza.
Lo peor del caso era que la fortuna de su familia no permitía las prodigalidades á que él se entregaba, por lo que, disipada la herencia de su padre, mi desgraciado amigo tuvo que estar á cargo de su madre y de su hermana. ¡Ah! querido amigo, ahí es donde yo dejé de comprenderle y me hice severo para él.
Mas con todo eso, hay en la extraña inmovilidad de sus ojos y en la fijeza de los rasgos de su fisonomía algo marmóreo y cadavérico que, irradiando sobre toda su persona, la comunica el sello de la vejez. Al mismo tiempo su modo de vestir es harto severo para un joven.
Doy además por seguro que, si hacía examen de conciencia, por muy severo y escrupuloso que fuese antes de la época de nuestra historia, no llegaría jamás a persuadirse de que él hubiese seducido a mujer alguna.
Yo creo que la virtud y la piedad no exigen por precisión ese retraimiento, ese silencio y rostro severo y adusto que suele verse en muchas religiosas, en casi todas. Imagino que la alegría debe ser la compañera de la virtud; lo mismo opinaba Santa Teresa, como usted debe de saber.
Yo comprendí que era el momento preciso de retirarme con disimulo, y giré furtivamente sobre mis talones, cuando oí que don Guillén, con acento entre alarmado y severo, me decía: ¿Qué va usted a hacer? Aguarde un instante; tengo que pedirle un gran favor. Es menester que me ayude a improvisar un acomodo donde mi hermana descanse unas horas.
«Después de la última salida, cuando Don Álvaro, por no poder entrar en el castillo, se tuvo que meter en las galeras, creyendo que se queria ir, fué una persona principal á decirle: «Señor, yo vengo á suplicaros que me llevéis con vos.» Le respondió con rostro severo y airado: «¿Soy yo, por ventura, hombre que había de huir y dejar á mis amigos y compañeros?
Y le amenazaba con una mano, entre severo y risueño, como si en el fondo de su pensamiento le hiciesen cierta gracia las faltas del sobrino.
Palabra del Dia
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