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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Don Modesto, al oír estas palabras, se volvió con gesto severo hacia el hermano, el cual, visto este movimiento, se metió detrás de la tía María, encogiéndose de tal manera que casi desapareció de la vista de los concurrentes.
Gentleman, si le parece interrumpió la señorita de Porhoet con un acento severo. Gentleman continuó el señor Laubepin, aceptando la enmienda: pero es una especie de gentleman que no me gusta. Ni á mí dijo la señorita de Porhoet.
Tampoco el conde Enrique, algo descreído y volteriano, tenía miedo de lo sobrenatural. Casi sobrenatural se consideraba él mismo. Vivía artificialmente, merced a un severo régimen y a la atinadísima ciencia de su médico.
Ya habían llegado ellos a la amplia sala de estudios, en la que un gusto delicado y severo esmerábase por todas partes en honrar la noble presencia de los libros, fieles compañeros de Próspero. Dominaba en la sala como numen de su ambiente sereno un bronce primoroso que figuraba al ARIEL de La Tempestad.
Con este método, su pequeña república era una balsa de aceite; mas cuando, por una rara casualidad, dejaba de serlo, yo no sé á qué comparar el aspecto que tomaba la cátedra, sino al de una jaula de leones en el momento en que el terrible y severo domador esgrime entre ellos el sangriento látigo, y los humilla y arrincona amontonados y gruñendo.
Ese tribunal merecía un severo castigo manifestó el caballero, volviendo a su seriedad habitual. Yo les hubiera puesto de buena gana una corrección por mi mano... pero... amigo don Pantaleón, estoy muy débil. El hambre me tiene muy débil. ¡El hambre! exclamó Sánchez estupefacto. Sí; el hambre, querido Sánchez, el hambre.
No había en todo Cádiz mujer más hacendosa y limpia y discreta ni más amiga de la verdad, y se empeñaba en que todos admirasen, como él, sus palabras graves y medidas, su gesto severo y hasta las más leves inflexiones de la voz. Un día María-Manuela le llamó aparte estando de reunión en la tienda y le dijo en voz baja: Mira, Velázquez, te veo ya demasiado chalao.
Pero hizo severo examen de conciencia, y, reconociendo que ella no había puesto ni malicia, ni premeditación en nada, y que cuanto hizo nació de un amor irresistible y de nobles impulsos, consideró que don Luis no podía menospreciarla nunca, y se tranquilizó por este lado.
¡Olé los hombres valientes! ¡Viva la caballería... y la infantería... y la artillería aunque no esté! Una copa, mi teniente. Los oficiales, malhumorados por esta jornada estúpida, sin gloria y sin peligro, repelían con un gesto severo al borracho. ¡Adelante! Allí nadie bebía.
En aquel piso bajo, amueblado en un estilo inglés muy puro, época de la Reina Ana, la vida interior se desarrollaba según las reglas de un reglamento severo, completamente británico. Huberto fue interrumpido en sus reflexiones por la entrada de un criado, inglés, como los muebles, que le traía el té y el correo.
Palabra del Dia
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