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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Ahora iba derecho a su casa y le metía una bala en los sesos; ahora le aguardaba traidoramente por la noche y le daba con un palo de hierro en la cabeza, o bien le asestaba una puñalada con un puñalito cincelado que me regalaron la noche en que leí varias poesías en El Fomento de las Artes. De todos modos, aunque la forma variase, el fondo era siempre idéntico, ¡zas! y al cementerio.
Pues no hay que devanarse los sesos para encontrar el remedio. Con no moverme de aquí... Pero podría ser el remedio peor que la enfermedad, y al fin tendría usted que llorar para que me marchase... Vamos, hija, modere esos suspiros tan fuertes, que parece se le va a salir el alma por la boca. Ya nos iremos consolando.
Con el pico de su cabeza de águila, que es agudo y recio, perfora el cráneo del hipopótamo y se consuela sorbiéndole los sesos.
¡Ta, ta! -dijo a esta sazón entre sí el hidalgo-, dado ha señal de quién es nuestro buen caballero: los requesones, sin duda, le han ablandado los cascos y madurado los sesos. Llegóse en esto a él Sancho y díjole: -Señor, por quien Dios es, que vuesa merced haga de manera que mi señor don Quijote no se tome con estos leones, que si se toma, aquí nos han de hacer pedazos a todos.
Conseguí fácilmente que Alejandro me acompañara a mi cuarto: mi tío me había regalado varias cajas de solados de plomo, entre los cuales figuraba un regimiento de caballería en cuyo jefe yo creía entrever la figura invencible y milagrosa de don Buenaventura, el general y candidato de mi tía. Los detalles del boletín leído en lo de Bringas, me quemaban los sesos.
Creyó el pobre muchacho que había puesto una pica en Flandes con este argumento, y observó el efecto que en su tía había hecho. La verdad es que doña Lupe se quedó un instante algo confusa sin saber qué responder. Al fin le contestó con desdén: «Estás loco. Esas cosas no se le ocurren a nadie que tenga sesos.
El duque estaba contentísimo desde que había conjurado el peligro: se derretía en caricias, que la Amparo aceptaba sumisa contra su costumbre. Espera un poquito. Hoy quiero que tomes café conmigo. Ya lo he tomado, hija. No importa, lo vas a tomar otra vez. Hace ya muchos días que no lo tomamos juntos. ¡Claro, con ese dichoso baile te van a saltar los sesos!
Pues como dije, se iba calentando de tal modo los sesos, que se lo llegaba a creer. Y si aquello le durara, sería tan loco como cualquiera de los que están en Leganés.
Aquí vereis el indio atravesado Por medio la garganta, y allí junto El otro todo el casco barrenado, Saliéndole los sesos luego al punto. Por medio de los pechos traspasado Estaba Tabobá, y casi difunto, Y tanto de la lanza se aferraba, Que ya perderla Leiva imaginaba.
Examinando atentamente las heridas del descalabrado cuerpo de su adorada, observó que no eran de gravedad, aunque por los agujeros del cráneo se le verían los sesos, si los tuviera, y toda la estopa del corazón se salía á borbotones por diferentes heridas. El traje estaba hecho girones, y parte de la cabellera se había quedado en el camino durante la veloz corrida.
Palabra del Dia
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