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Actualizado: 25 de junio de 2025


En la galera corsaria dejó a Juan de Cartagena y a Fray Blas con diez hombres más de su fuerza y con veinte galeotes, ya libres y armados, y se precipitó en la nueva Argo con todos los demás que le seguían y que eran más de sesenta.

Y ¡cómo que es calificado, hábil y suficiente! respondió el mozo . Eslo tanto, que en cuatro años que ha que tiene el cargo de ser nuestro mayor y padre, no han padecido sino cuatro en el finibusterrae, y obra de treinta envesados, y de sesenta y dos en gurapas. En verdad, señor dijo Rincón , que así entendemos esos nombres como volar.

Murió pobre, y dejó una familia de pueblos. México tenía mujeres y hombres valerosos que no eran muchos, pero valían por muchos: media docena de hombres y una mujer preparaban el modo de hacer libre a su país. Eran unos cuantos jóvenes valientes, el esposo de una mujer liberal, y un cura de pueblo que quería mucho a los indios, un cura de sesenta años.

Y sin ignorar el conjunto de las sesenta y cuatro artes de amor y deleite, que constituyen la padmini o hembra humana de mérito supremo, es casta, inocente e inmaculada virgen, así en el sentir y en el pensar como de hecho.

Que retrató a Góngora es seguro, pues Pacheco lo atestigua. No esta tan fuera de duda que este retrato sea el que se conserva en el Museo del Prado con el núm. 1.085. El poeta, residente entonces en Madrid, tenía sesenta años; hay imágenes suyas semejantes a ésta, y Velázquez traía encargo de retratarle, circunstancias propicias a que admitamos la autenticidad.

Creo... vamos, no puedo asegurar que me es desconocida, señora mía. Antójaseme que la he visto. ¡Oh! bien decía yo que... Sr. de Cedrón, ¡qué alegría me da! Tenga usted calma. Veamos: ¿esa Benina es una mujer vestida de negro, así como de sesenta años, con una verruga en la frente?... La misma, la misma, Sr. D. Romualdo: muy modosita, algo vivaracha, a pesar de su edad.

Y, pues, replicó el Mamaluco ¿qué capitanes y conductores os gobiernan? Aquellos, con astucia más que de indios, les respondieron que sus capitanes eran sesenta.

Don Pedro Miranda, de quien ya hemos hecho mención, era un hombre que pasaba bien de los sesenta, bajo de estatura y de color, las mejillas rasuradas, la cabeza monda y lironda, los ojos grandes y apagados, los ademanes tímidos.

No lo veo así enteramente, Elena. ¿Qué edad cree usted que tengo? No ... Y añadió vacilando: ¿Es muy viejo mi padre? Tiene sesenta y dos años... ¡Oh! ¡Tanto como eso! Y yo tengo veintinueve. ¡Ah! Confiese usted que me encuentra muy viejo. No, muy joven.

Leyósele su sentencia con méritos, abjuró de levi, fue condenada en destierro de esta Ciudad y confinación en la Isla a arbitrio del Tribunal, y en doscientas libras, gravemente advertida, reprendida y conminada. Onofre Aguiló de Onofre, negociante de oficio, natural y vecino de esta Ciudad, de edad de sesenta y un años, reconciliado y preso segunda vez por delito de judaismo.

Palabra del Dia

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