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Actualizado: 4 de junio de 2025
Fueron tres mariposas de alas tornasoladas, Que al encontrar amargas las flores del jardin, Al cielo se elevaron, buscando atribuladas Las flores con que ciñe su frente el serafin. Fueron tres chispas ténues de la divina hoguera Que vuestros corazones de casto amor llenó, Chispas que remontaron á la celeste esfera, Y que en estrellas fijas el cielo convirtió.
Y el señor cura, D. Serafín, un verdadero santo varón, un venerable siervo de Dios, un modelo de curas. Su sobrino, Luciano, no le va en zaga en punto a perfecciones morales. Es desinteresado, discreto, trabajador, instruido y valiente, dando pruebas de lo último en la guerra de Cuba, donde tuvo que ir a pelear porque le cayó la cédula de soldado.
Don Serafín Estébanez Calderón, político y conspirador, novelista, historiador y poeta, nació en Málaga en 1799, y murió en Madrid en 1867. Hizo célebre su seudónimo El Solitario, que usó desde 1831, dejando el que hasta entonces había usado de Safinio. Por la época en que escribió tuvo sus puntas de romántico, aunque nunca lo fuera de los más convencidos.
No prolongaremos la relación circunstanciada de lo que hablaron aquella noche padrino y ahijada. Acostose Isidora pensativa y D. José se retiró muy entusiasmado a su cuartito. Durmiose como un serafín, y soñó que estaba en la contaduría de una casa grande, donde había catorce empleados y más de cien libros. Ingresos y gastos ascendían a millones; pero todo iba al pelo.
Era un serafín aquello, más que mujer. ¡Qué guapa, qué aguda, qué hacendosa! Si ella fuera hombre y mozo soltero, ya sabía con quién casarse, como Lita le quisiera. ¡Y no su hermano Neluco!... ¡Cuántas veces se lo había dicho! ¿Para qué quieres la enjundia, hombre? ¿Qué más puedes apetecer?... Si apareáis como de molde... ¡Ah, pan frío de satanincas!... ¡Tochu, más que tochu!
Este real edificio es jaula sagrada de un serafín, o Serafina, que fué primero dulcísimo ruiseñor del Tejo , cuya divina y extranjera voz no cabe en los oídos humanos, y sube en simétrica armonía a solicitar la capilla impirea, prodigio nunca visto en el diapasón ni en la naturaleza; pero no por eso previlegiada de la envidia.
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA, por el mismo. Un tomo, 4 pesetas. Ejemplares especiales. EL SOLITARIO Y SU TIEMPO, Biografía de D. Serafín Estébanez Calderón, y critica de sus obras, por D. A. Cánovas del Castillo. Dos tomos, con el retrato de D. Serafín Estébanez Calderón, 8 pesetas. Ejemplares especiales.
No menos extraña es la titulada El serafín humano, en la cual se refieren historias de varios santos, como Santa Clara, Santo Domingo y San Francisco de Asís: las visiones extáticas del último se representan también en el teatro. Iguales rarezas se observan en San Nicolás de Tolentino.
Mira ese cielo. ¿Ves aquella estrella, Que entre las otras fúlgida descuella Del mar en el confin? Ese es tu hijo tambien. ¡Chispa divina, Que brotó de tu mente peregrina, Y en sus alas llevóse un serafin! ¿Por qué llorar?
Es un serafín esa mujer... Ahora cuando me pensé que estaba en el Cielo, la vi encima de una nube con un velo blanco... Estaba allí, entremedio de aquellos grandes corros de ángeles. ¿Será que se va a morir? Lo sentiré por mi niña. Pero Dios sabe más que nosotras, ¿verdad?, y lo que él hace, bien sabido se lo tiene... Pero dime, ¿te habló ella? ¿Le soltaste alguna patochada? Harías mal.
Palabra del Dia
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