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Después me lanzaba al azar por los bosques y me trazaba nuevos senderos apartando con las manos las ramas húmedas y los arbustos espinosos. Entonces me placía recorrer los lugares donde el hombre no tiene la costumbre de penetrar, de tal modo estaba poseído del sentimiento que llenaba mi alma y de tal modo temía ser distraído de él.

Llegado a la meseta de los cincuenta se parece el hombre a un extraviado viajero que ha escalado la cima de la montaña por abruptos y pedregosos senderos y que, una vez llegado arriba, comprende que equivocó por completo la senda.

En aquel momento no estaba muy lejos de Raveloe, pero aquellos senderos monótonos no le eran bastante familiares para saber qué próximo estaba el término de su viaje. Tenía necesidad de consuelo, pero no conocía más que uno; el demonio familiar oculto en su seno. Sin embargo, vaciló un momento antes de llevar a sus labios el resto que le quedaba de aquella substancia negra.

Veamos, Toubac; ¿por dónde quieres pasar y por dónde quieres volver? No se trata ahora de proyectos, sino de realidades. Si sabes de algún paso, dímelo. Hace veinte años que recorro de una punta a otra la sierra, con Marcos, y conozco todos los caminos y senderos en diez leguas a la redonda; no veo más camino que el del cielo.

Felizmente, conservaba Ángel en toda su pureza la buena pasta de sus primeros años. Continuaba conformándose con lo que en buena ley le correspondía, y teniendo por precepto de ella el volverse a su puesto, muy tranquilo, después de malogrársele su intento de valer un poco más, bien convencido de que no todos los viandantes servían para todos los senderos.

Tendió las manos al cielo, corrió por los senderos del Parque, como si quisiera volar y torcer el curso del astro eternamente romántico. Pero la luna se anegó en los vapores espesos de la atmósfera y Vetusta quedó envuelta en la sombra.

Fortunata frunció el ceño, y sin levantar las miradas del suelo, doblaba y desdoblaba un pico del delantal. Eso no tiene vuelta de hoja, compañera. O a casa con su marido, o a la calle con Juan, Pedro y Diego, a ver si sale algún primo con quien ir tirando. De este camino malo parten varios senderos, y no todos concluyen en el hospital y en la abyección. De modo que piénselo usted.

NARV. Calla, Nuño, que me importa. Y pues aquí hay dos senderos, Divididos, caballeros, Será la empresa más corta. NU

Seguida de Flog, su perro de pelo rojizo, vagaba al gusto de su fantasía por los senderos que serpenteaban entre los matorrales. De tiempo en tiempo, desatendía la Naturaleza para pensar en Huberto. Lo veía bajo la alameda, besándole las manos. ¡Era, pues, cierto! ¡La amaba! Nadie hasta entonces le había hablado así.

La primavera, pródiga siempre en aquel valle, amontonaba la hoja en los árboles y la fronda de los helechos en el suelo, de tal modo que ni un rayo de luz penetraba en los parajes que recorría. Pero Nolo era hombre de las montañas y si no conocía los senderos los adivinaba.