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Actualizado: 29 de junio de 2025


Después pronunció secamente: ¡No! Miguel se turbó, y quedó desde entonces mal impresionado. Al poco rato se despidió de Lucía.

En fin, de todos modos me consta que es precioso el libro. Muchas gracias dijo el poeta secamente. Muchas gracias: no se moleste usted: yo se los enviaré. No acepto el regalo. En España son tan pocos los libros que se publican dignos de comprarse, que el presupuesto del más aficionado a las letras no padece mucha alteración aunque se proponga ser despilfarrador.

Dijo, secamente, que no se podía hacer nada por ella, ni con dignidad, ni sin dignidad, puesto que de todas suertes había de ser sin dinero.

En un instante no quedó mujer alguna delante de la casa del capitán. De nuevo saltó el mancebillo de Rivota gritando: «¡Viva Lorío!» Y otra vez le siguió el de Canzana contestando impetuosamente: «¡Viva EntralgoEntonces de las filas espesas y amenazadoras de Lorío salió una voz varonil que dijo secamente: «¡MueraFué la señal.

Más triste es no casarse respondió secamente mi esposa, con una intención que hizo subir los colores al rostro de la imprudente. Cuando nos hubimos desayunado se fue arriba a cambiar de traje, pues nos marchábamos a Madrid en el tren correo, que sale a las diez. Fueron a despedirnos a la estación todos los asistentes a la ceremonia.

Aquellos tiempos están lejos, contestó Simoun riéndose más secamente aun de lo que acostumbraba; estas islas no volverán á sublevarse por más trabajos é impuestos que tengan... ¿No me ponderaba usted P. Salví, añadió dirigiéndose al franciscano delgado, la casa y el hospital de Los Baños donde ahora se encuentra su Excelencia?

Un día de gran calor pidió a la operaria que halló más próxima que le prestase un poco de agua, y esta, que acababa de destapar un colmado frasco de cristal para beber por él, le contestó secamente: «No tengo meaja». Señaló la protestanta al frasco, con ira silenciosa, y la operaria, levantándose, lo tomó y derramó por el suelo su contenido sin pronunciar una palabra.

Así que salimos de la estación, quitose éste, lanzando apagados gemidos, las botas y se puso las zapatillas, colocó el sombrero de castor sobre la rejilla y se encasquetó una gorra de paño. Padece usted de los callos, ¿verdad? le preguntó el caballero gordo con palabra insinuante sonriendo con amabilidad. No señor contestó el otro secamente. ¡Ah!... Como usted se quejaba al sacarse las botas...

Vamos en busca de la tarima manifestó Elena secamente y echando a andar con una resolución que sorprendió a Núñez. Este, antes de seguirla, se volvió hacia los pastores: ¡Salud, amigos! Seguid cuidando fielmente de los puercos de vuestro señor. Aquí no ha habido puercos, caballero, hasta el día de hoy respondió el tío Leandro gravemente. Núñez le clavó una mirada insolente y escrutadora.

Nadie se dio por entendido de aquel nombre que resonó secamente en medio de un silencio absoluto y resuelto. Magdalena aparentó no haber oído; Julia ni siquiera pestañeó; Oliverio calló; el señor D'Orsel tomó la tarjeta y la desgarró sin decir palabra. En cuanto a , el más interesado en precisar los más insignificantes detalles de aquel viaje, ¿qué le diré a usted?

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