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Actualizado: 29 de mayo de 2025
A Dolorcitas la trataba secamente, no por ser su hijastra y no su hija, sino porque consideraba que ése era su papel de hombre de negocios. Aquel solemne y majestuoso idiota creía que, para ser marido y padre a la inglesa, tenía que mostrarse frío con su mujer y su hija. Esa tendencia anglómana que se ha desarrollado en algunos pueblos andaluces, no me resulta.
Pasó tras el biombo otra vez, y Julián la siguió aturdido, sin saber lo que le sucedía. Con la cabeza baja, los labios temblones, la señora de Moscoso arreglaba, sin disimular el desatiento de las manos, los pañales de su hija, cuyo llorar tenía ya inflexiones de pena como de persona mayor. Llame usted al ama ordenó secamente Nucha. Corrió Julián a obedecer.
Esa es mi opinión dijo secamente mi padre, pero tu madre está enferma, y todo está dicho.
Me ha pedido fuego para un cigarro, contestó temblando la traperita. Yo creí deber atajar la conversación. ¿Es usted la señora Adela? la dije. Sí, señor: ¿qué se le ofrece a usted? contestó secamente. Necesito hablar con usted a solas. ¡Ah! ¡Necesita usted hablarme! Pues vamos. Y se puso en marcha. Noté que la traperita arrojaba sobre aquella mujer y sobre mí, una mirada llena de ansiedad.
Aquí cerca mataron un hombre, ¿verdad? Donde está la cruz de madera. ¿Por qué fue, señorito? ¿Alguna venganza? Una pendencia entre borrachos, al volver de la feria respondió secamente don Pedro, que se hacía todo ojos para inspeccionar los matorrales. La cruz negreaba ya sobre ellos, y Julián se puso a rezar el Padre nuestro acostumbrado, muy bajito.
Mas el ingeniero Delaunay, personaje tan listo como malévolo, sacó la conversación del periódico, preguntando a su fundador con risilla irónica en el español chapurrado que usaba: ¿Qué trabajitos prepara usted para el próximo número, don Rosendo? Ya los verá usted cuando salgan respondió secamente éste, que adivinó la burla escondida detrás de la pregunta.
Cecilia se obstinó secamente en rehusar su consentimiento para que viniese a casa. Entonces Gonzalo, un poco irritado por la disputa, y herido en su amor propio por haberse jactado sin razón delante de Paco de su influjo sobre la joven, dejó escapar algunas frases duras: «¿Por ventura le parecía poco para ella? Paco no era rico, pero podía aspirar a su mano.
Afortunadamente los que allí se encontraban eran campesinos, y los dos timoneles parecían muy ocupados con las curvas del río. Pero, señor Simoun... Desengáñese usted, don Custodio, continuó Simoun secamente; sólo de esa manera se ejecutan grandes obras con pocos medios. Así se llevaron á cabo las Pirámides, el lago Moeris y el Coliseo en Roma.
¡Utopía, utopía! contestó secamente Simoun; la máquina está por encontrarse... en el entretanto tomo mi cerveza. Y sin despedirse dejó á los dos amigos. Pero ¿qué tienes tú hoy que estás batallador? preguntó Basilio. Nada, no lo sé, pero ese hombre me da horror, miedo casi. Te estaba tocando con el codo; ¿no sabes que á ese le llaman el cardenal Moreno? ¿Cardenal Moreno?
Después me dijeron que iban á llevarme á Oviedo y vestirme de señora... ¿Y no te alegras de eso? preguntó Nolo sin levantar los ojos. No respondió secamente la zagala. Hubo una pausa. Nolo volvió á preguntar tímidamente: ¿Será por el tío Goro y la tía Felicia? Te han criado como padres y tú los quieres como si lo fuesen... Sí, por ellos es... y por ti también añadió rápidamente y en voz más baja.
Palabra del Dia
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