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El barón acompañó á su esposa á la sala del castillo y un obeso mayordomo se encargó de los tres recienllegados, á quienes trató á cuerpo de rey. Satisfechos ampliamente sus estómagos y refrescados con un baño en la cercana acequia, siguieron Tristán y Roger al arquero, que examinaba atentamente la fortaleza con la práctica de quien tantas había visto en su vida.

Si lord Gray fuera católico, no creo que mi tía se opusiera a que se casase Inés con él. ¡Ay!, luego nos marcharíamos los tres a Inglaterra, lejos, lejos de aquí, a un país donde yo no viera pariente de ninguna clase. ¡Qué felicidad tan grande! ¡Ay! Quisiera ser Papa para permitir que una mujer católica se casara con un hombre hereje. Creo que usted verá satisfechos sus deseos.

Con esta plática Roger aseguró su crédito, y los Catalanes satisfechos de sus sospechas, y así con el reconocimiento que siempre, le dieron disculpa de los recelos mal fundados de algunos.

Contemplaba á todas horas lo que él debía haber hecho en su juventud y no quiso hacer. Los veteranos del 70 iban por las calles exhibiendo en la solapa su cinta verde y negra, recuerdo de las privaciones del sitio de París y de las campañas heroicas é infaustas. La vista de estos hombres satisfechos de su pasado le hacía palidecer. Nadie se acordaba del suyo; pero lo conocía él, y era bastante.

En el que todos quedan satisfechos menos el lector

Desta manera quedaron todos contentos, alegres y satisfechos, y la nueva de los casamientos y de la ventura de la fregona ilustre se extendió por la ciudad, y acudía infinita gente a ver a Costanza en el nuevo hábito, en el cual tan señora se mostraba como se ha dicho.

Los amigos de Belinchón andaban, los días que siguieron a la llegada de aquél, satisfechos y rozagantes, mirando a sus enemigos con ojos provocativos. «Temblad, petates, temblad» parecían decirles con la mirada. El mismo don Rosendo, tan magnánimo, tan filósofo, tan humanitario, participaba de aquel rencor implacable, deseaba ardientemente el exterminio de sus contrarios.

Y enfurecido contra los clérigos de la catedral, que parecían acoger con buen gusto el Concordato y sus sueldos, satisfechos de salir bien librados de la tormenta revolucionaria, se aislaba en el jardín, cerrando la puerta de la verja y rehuyendo las tertulias de otros tiempos. Aquel pequeño mundo vegetal no cambiaba.

Todos estaban muy satisfechos de que un hombre tan original frecuentara la casa, en calidad de buen amigo; todos, incluso la abuela sorda que lavaba los platos en la cocina. El hombre original se retiraba tarde a casa y lloraba desconsolado, porque amaba a Nastenka con toda su alma y no podía ver a miss Korrayt.

Se casaba con Pepita y todos parecían satisfechos de tal matrimonio: la niña, la madre y el Padre Paulí. El millonario callaba, como si estando contentos los demás no necesitasen consultar sus deseos. Urquiola iba ya por el escritorio y daba órdenes imperativamente á los empleados.