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Actualizado: 7 de junio de 2025
Prudencio Sandoval en su Historia del Emperador, las cabalgaduras que éste usaba en Yuste no tenían nada de cesáreas ni de marciales, pues consistían en una jaquilla bien pequeña y una mula vieja. ¡Tan acabado de fuerzas estaba aquel que tantas veces había recorrido la Europa á caballo!
Picado, el proponente preguntó: ¿Es ésa la última palabra del señor duque? Pablo se encogió de hombros: El duque de Sandoval no tiene más que una palabra. Lo mismo da llamarla primera que última. Y, diciendo esto, se puso de pie, para significar a su interlocutor que había terminado la entrevista. Poco a poco, disgustado por el ambiente, fue retirándose otra vez a su palacio.
Tambien le atribuyen que se dejaba regir en todas sus acciones por una ambicion insaciable, i por una desmesurada avaricia . Don fray Prudencio Sandoval, obispo de Pamplona, afirma que este rei avia mucho tiempo que echaba de sí á su confesor como á negociante pesado, diciéndole que atendia mas á despachar memoriales que á las cosas de su conciencia . Por último, el famosisimo político Nicolás Maquiavelo, ciudadano i secretario de Florencia, decia que «á Fernando V se puede mirar como á un príncipe nuevo, puesto que de simple rei de un estado pequeño ha llegado á ser por su grande reputacion i gloria el rei de la cristiandad.
Representaba él a don Fernando, el primer duque de Sandoval, fundador de la grandeza de su casa, en traje de gran maestre de la orden de Calatrava... Y, por súbita y peregrina ocurrencia, Pablo dirigió mentalmente a don Fernando, esta breve, pero sentida alocución: Ya ves. Llevo por ti, ¡oh mi glorioso abuelo! una vida lánguida y aburrida, una verdadera vida de sacrificio.
Al verse tan bien servido por la pluma del secretario, Martínez, cuando no estaba de operaciones, sentía la necesidad de convertir en leyes todas las ideas simples y nuevas para él que hervían en su cerebro. Sandoval, vamos á escribir media docena de decretos decía después de las comidas, como si esto suavizase su digestión.
¡Toma un cuello, chicooó! díjole el vecino presentándole un cuello de gallina. «Hay un plato, señores, tesoro de un pueblo que es hoy fábula y ludibrio de la tierra, en donde han ido á meter su hambrienta cucharada los más grandes tragones de las regiones occidentales del globo...» señalando con sus palitos á Sandoval en lucha con una recalcitrante ala de gallina.
Es que las iniciativas que vienen de abajo se llaman descontento... Y proyectos las que vienen de arriba, insinuó otro: ¡ahí está la Escuela de Artes y Oficios! Poco á poco, señores, dijo Sandoval; yo no soy frailero, conocidas son mis ideas liberales, pero ¡al César lo que es del César!
Que yo me quedo aún en el pueblo, y que á los tres días se bautiza solemnemente un niño. Aunque me digan frailes franciscos que aquel niño es hijo de matrimonio, y que es hijo de Juan Lanas y de su mujer, yo diré siempre, aun cuando pasen muchos años: ese tal no se llama Juan Lanas, ó no debe llamarse, sino Juan de Quevedo y Sandoval.
Sandoval que ya estaba alegre se puso á cantar: ¡Un fraile, dos frailes, tres frailes en el coooro Hacen el mismo efecto que un solo tooooro! Escuchad, hermanos; volved la vista hácia los hermosos días de vuestra infancia; tratad de examinar el presente y preguntaos el porvenir. ¿Qué teneis? ¡Frailes, frailes y frailes!
El palacio episcopal fué reedificado á mediados del siglo XV por el obispo D. Sancho de Rojas y Sandoval, y entonces subsistió el pasadizo, y por consiguiente el muro de donde arrancaba. D. Alonso de Aguilar lo incendió pocos años despues, y vuelto á reedificar por el obispo D. Pedro Solier, dejó el pasadizo intacto.
Palabra del Dia
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