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El fraile se precipitó sobre él. ¡Desgraciado! ¡sólo él puede salvarnos! ¡sólo él conoce la salida! Viendo aquel movimiento hostil, el gitano había entrado en el mar que ya cubría el pecho de su caballo. He ahí a los aduaneros que bajan las últimas rampas, hijos míos, y ya sabéis que ahora las balas hacen daño dijo el maldito señalando al contrabandista herido de muerte.

A los tres replicó el otro . La Providencia y el hombre, ya amigo ya enemigo, suelen obrar de acuerdo para salvarnos o perdernos. Tu memoria se ha aclarado lo bastante para recordarte, lo que has pasado, la ruina de tus descabellados planes de guerrillero, tu prisión, tu enfermedad gravísima, tu condenación a muerte.

Robledo vió pasar por sus ojos una expresión completamente nueva. Era de miedo: el miedo del animal acosado. Por primera vez percibió en la voz de Elena un acento de verdad. Usted es el único, Manuel, que ve claramente nuestra situación; el único que puede salvarnos... Pero lléveme á también. No tengo fuerzas para quedarme... Primero mendigar en un mundo nuevo.

Porque lo que el capellán decía en el púlpito era que debemos hacer todo lo posible para salvarnos, que seamos buenos y que no pequemos; también decía que se debe amar a Dios sobre todas las cosas y que Dios es hermosismo en y tal como el alma le ve; pero a ella se le figuraba que por bajo de esto quedaba libre el corazón para el amor mundano, que este entra por los ojos o por la simpatía, y no tiene nada que ver con que la persona querida se parezca o no se parezca a los santos.

Había momentos en que, aplanándose el mar, parecía que el navío iba a hundirse para siempre; pero inflamándose la ola como al impulso de profundo torbellino, levantaba aquél su orgullosa proa, adornada con el león de Castilla, y entonces respirábamos con la esperanza de salvarnos.

El deseo de salvarnos nos hace cobardes, y á pesar de las promesas que se me han hecho, me preguntaba con angustia si no tendría que temer algún engaño. He reflexionado para decidir si cumpliría el compromiso que he adquirido ó si me sustraería á él por la fuga. Cuando usted ha llegado, dudaba. Ahora estoy resuelta. ¿Te vas? Me quedo. ¡Te pierdes! Pero salvo á un inocente. ¡Estás loca!

Si moris á manos de ese ejército, será con honor i con gloria. Si lo desbaratais, esas tierras i cuantas riquezas halleis en ellas serán de vosotros. Dios i nuestro arrojo pueden salvarnos solamente. En uno i otro tengo mi confianza. Acordaos de las pasadas victorias con que honrásteis á nuestra patria i á vuestro nombre.

Ignem veni mittere in terram & quid voto nisi ut accendatur Luc. 12. v. 49. Si, que de todo tiene nuestro Salvador, dice Clemente Alejandrino, para salvarnos: amenazas, avisos, terrores y halagos; lástimas y castigos.

Una nueva descarga interrumpió este inconveniente monólogo, pero esta vez cayó un contrabandista. ¡En nombre de Cristo! debes salvarnos ¡en nombre de Dios, yo te lo ordeno! gritó el fraile enseñándole el cielo. Este movimiento resultó hermoso, pero no produjo ningún efecto, porque el gitano respondió riendo: ¡En nombre de Dios, de Dios!... ¿qué se figura usted, padre mío? No bromee, pues.