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Actualizado: 7 de julio de 2025


Venía en seguida la señora del ministro, joven, elegante, y respirando aún la atmósfera aristocrática de los salones de Viena, última de las residencias diplomáticas de su marido. Pocas mujeres he visto en mi vida más valerosas y serenas; jamás una queja, y en aquellos momentos que hacen perder la calma al hombre de temperamento más tranquilo, una leve sonrisa siempre o una palabra de aliento.

Los madrileños, mejor que ningún otro pueblo antiguo o moderno, han llevado al refinamiento este goce exquisito: en las iglesias, en los teatros, en el paseo, en los salones, se apuran todos los medios de contemplarse con más comodidad.

Esperaste en Dios y venciste: confiaste tu venganza en la Providencia y la Providencia te la dió cumplida. Veo aun á el Hakem cruzando á pasos descompuestos los salones de su alcázar, lleno el corazon de pesares y de remordimientos.

Sus après dîners de los viernes llegaron a tener fama, y con igual facilidad se concertaba en ellos un gabinete que se desconcertaba un matrimonio, se ganaba un diputado para la oposición que se perdía una muchacha para siempre, minada al amparo bienhechor de la dama, por esa galantería de algunos salones, que llama un autor, nada asustadizo por cierto, trabajo de zapa que el vicio emplea para minar la virtud.

Al que no lo necesitase nadie le impediría gastar su sueldo en obras de misericordia ó regalar al teatro mismo, para adorno de sus galerías y salones de descanso, bustos y pinturas que representasen á nuestros mejores dramaturgos, actores y actrices.

Acato la rica erudicion de un Thiers, de un Littré, de un Guizot; acato la vastísima ciencia del eminente Augusto Conte; acato la hechicera literatura de un Chateaubriand, de un De Lamartine, de un Balzac, de una Cotin, de un Víctor Hugo; acato y amo la poesía fácil, ingénua, encantadora del inspirado Beranger; acato el valeroso y fecundo arte, el pincel arrebatador del inmenso Horacio Vernet; acato con profunda veneracion á ese gran hombre, que ha dejado de ser pintor en el mundo para ser monarca de los espléndidos salones de Versalles; acato á ese Horacio Vernet, al humilde y modesto artista, que es más que Luis XIV en las régias salas de aquel opulento y maravilloso palacio; acato á esos genios de la Francia; no es mi ánimo negar que la Francia tenga sus genios; pero estúdiese aquí el organismo que el arte tiene; estúdiense con detencion y con cuidado sus manifestaciones generales, las manifestaciones del pueblo francés, y no podrá menos de llegarse á la conviccion más completa de la rigorosa exactitud de nuestros retratos.

Las cuadrillas del minué y la pavana, las figuras de la zarabanda y la chacona, estaban ya muy vistas y habían servido mil veces en aristocráticos salones como protesta de acendrado españolismo contra el intruso don Amadeo.

En fin, que echó la gente a la calle y dio por terminadas las reuniones de fausto en sus salones.

La igualdad que esa gente pide es la igualdad en la grosería y la bajeza. Les molesta el brillo de los salones, y sienten envidia y piden que todo el mundo habite en desvanes.

En cuanto á los grandiosos salones españoles, el visitante como yo, que no conoce el arte, sino que apénas siente en el corazon y en el instinto de lo bello y lo grande los rudimentos de un arte íntimo y natural, no sabe qué admirar mas entre tantas obras maestras.

Palabra del Dia

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