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Actualizado: 16 de julio de 2025


Su delgadez era espantosa y la señora Chermidy hubiera tenido sumo placer en verla. Se podía decir que debajo de la piel límpida y transparente no tenía más que huesos y tendones; los pómulos parecían salírsele de la cara. ¡Verdaderamente era preciso que la señora Chermidy fuese muy impaciente para pedir algo más!

Jesús mío, ¿permitiréis a vuestra sierva poner los labios en vuestra divina persona? Jesús se inclinó aún más. María sintió que los cabellos se le erizaban y el corazón quería salírsele del pecho. Jesús había hablado. Su voz penetró como una música en el alma de la joven, que se creyó muerta y trasladada al cielo. Jesús había dicho: Levántate, amiga mía, hermosa mía, y ven.

El corazón quería salírsele del pecho al ver los bonitos caracteres que decían: El marqués viudo de Saldeoro. Largo rato estuvo perpleja, la cartulina en la mano, sin apartar los ojos del sortilegio que sin duda contenían las letras negras del nombre y las pequeñitas de las señas: Jorge Juan, 13.

Y mil veces la estuvo repitiendo en su interior con una sublime congoja en que le parecía que el alma quería salírsele por la boca. Pero su boca seguía muda. Quería gritar, romper en alabanzas de Jesús, desahogar los ímpetus fervorosos de su pecho, y no le era posible. Sentía una extraña opresión que la mataba con una muerte celestial que no trocara por cien vidas.

Salió precipitadamente del comedor donde se hallaba con Clara y su niño. Al ver a Barragán su faz se obscureció y dirigiéndose a él con paso un poco teatral y apretándole la muñeca le dijo al oído en voz baja pero con vehemencia trágica: ¡Los he visto ya! ¿Los ha visto usted? preguntó Barragán abriendo los ojos hasta querer salírsele de las órbitas. ¡, hoy mismo he visto a los traidores!

La niña separó un poco las manos, y dejó escapar con cierta entonación colérica, pero adorable, estas palabras, que fueron cortadas inmediatamente por los sollozos: ¡Soñabas la verdad, ingrato! El marqués de Peñalta, loco, perdido, queriendo salírsele el alma por la boca, la estrechó entre sus brazos, sin poder articular una palabra.

Después de haberlos mirado otro rato, gozándose en su confusión, siguió doña Paula: Es necesario ir pensando en el equipo de ropa... ¡Mamá, por Dios! Es muy pronto exclamó la joven avergonzada, mientras el corazón quería salírsele del pecho. No es pronto, Cecilia. no sabes el tiempo que aquí echan las bordadoras en cualquier cosa.

La suya delante, siempre delante, entapujadita y sin dejarse ver la cara... Claro, que él veía la figura con los ojos del alma... Pues bueno: cuando conoció a Benina, una mañana que por primera vez se presentó ella en San Sebastián, llevada por Eliseo, el corazón, queriendo salírsele del pecho, le dijo: «Esta es, esta sola, y no hay otra». Más hablaba con ella, más se convencía de que era la suya; pero quería dejar pasar tiempo, y priebarlo mejor.

Palabra del Dia

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