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Actualizado: 16 de julio de 2025


Al oír esta terneza y al ver delante la figura de Maxi, Fortunata sintió fuerte sacudida en su interior. Como una neurosis constitutiva de esas que se manifiestan de repente, cuando menos se las espera, así se presentó en el alma de la joven, a golpe, y a manera de explosión de pólvora, la aversión que su marido le había inspirado en otro tiempo.

Llega el momento en que todo un campo de nieve no se encuentra ya sujeto á la pendiente; cede, y la enorme sacudida que comunica á las nieves vecinas las hace ceder también. Toda la masa se precipita á un tiempo por la vertiente de la montaña, llevándose por delante todo cuanto encuentra en el camino, troncos de árboles, piedras y peñascos.

La noticia de mi llegada, a pesar de la prudencia con que se le comunicó, le había causado una sacudida muy viva. Cuando al otro día me fue permitido entrar en su habitación, encontré a la enferma acostada en un sofá, envuelta en un ancho peinador que disimulaba la exigüidad de sus formas y le prestaba aspecto de mujer.

Hubo una brusca apertura de ojos, seguida de una lenta caída de párpados. Los dedos se arqueron, y nada más. La joya, sacudida por la convulsión del ganglio herido, tembló un instante desequilibrada. Kassim esperó un momento; y cuando el solitario quedó por fin perfectamente inmóvil, pudo entonces retirarse, cerrando tras de la puerta sin hacer ruido.

» Y ¿ yo respondiome sacudida por una gran emoción qué es lo que deseo ni qué es lo que necesito; qué es lo que menos me daña ni lo que más me conviene!... ¡Si todo me parece ahora del mismo sabor! »Acudí presurosa a contener aquel torrente de dolor que se desbordaba, con los pocos recursos de que podía disponer.

Por esta causa, las vigas de la plaza se resquebrajaron y crujieron, no pudiendo soportar una sacudida tan violenta y toda una parte del anfiteatro se hundió bajo los pies de los espectadores.

Pero cuando la mano de Nébel tocó en la oscuridad un brazo tibio, el cuerpo tembló entonces en una honda sacudida.

De repente determinose una brusca sacudida en su espíritu, y tomándole la mano a su querida amiga y apretándosela mucho, le dijo con expresión de terror: «¿Qué te parece a ti, me salvaré yo?». ¿Pues qué duda tiene? replicó la otra tranquilizándola Dicen que aunque los pecados de una sean tantos como las arenas de la mar... figúrate la cantidad de arenas que habrá en todita la mar...

¿Qué tienes, hombre? ¿qué haces aquí? te estoy llenando de polvo la ropa nueva.... Don Fermín salió del comedor. Entró en el despacho. Teresina hacía la cama del señorito. No le oyó entrar porque cantaba y la hoja del jergón sacudida le llenaba de estrépito los oídos. El señorito como huyendo, salió del despacho también. Salió de casa.

Las plantas aman unas la vida libre y sacudida; otras el trato político y medido; aquéllas viven en las montañas; éstas crecen a gusto recoletas en los jardines y en los huertos. Sin embargo, así como de las familias campesinas salen a veces sutiles cortesanos, así también las plantas campestres se truecan en urbanas. Ello debe de ser, en parte al menos, obra de los hortelanos.

Palabra del Dia

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