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Toda la máquina humana funciona con fuerza de buen ó mal grado; digiere, respira. La Naturaleza es exigente y sabe el medio de hacerla andar. Los robustos vegetales que forman una sábana de verdura bajo el influjo de los más fuertes ventarrones marinos, nos hacen asomar la vergüenza al rostro cuando los comparamos con nuestra languidez.

Desde que los conquistadores pisaron la sabana de Bogotá hasta la fecha, decía Roberto Suárez con voz grave, se habrán suicidado en estas inmediaciones no menos de diez mil personas. Entre ese número infinito de causas que hacen la vida imposible, ¡cuántas, radicando en la imaginación, la exaltan, la enloquecen!

¿Cómo? preguntó anhelante Lita, tapándose después la cara con la sábana, llena de vergüenza por su osadía de interrogar a una hada... El hada le contestó que ser buena es ser hacendosa y caritativa con los niños pobres. Los niños pobres se mueren de frío en las noches de invierno.

Una sábana... ¡calla! replicó la joven levantando un poco los ojos hacia las costureras y volviendo a abatirlos rápidamente. Al mismo tiempo, los de Gonzalo y Venturita se tropezaron por encima de la cabeza de Cecilia, y de ellos brotó una chispa. Ya ven ustedes que hay para todas decía Pablito mirando al mismo tiempo fijamente a Nieves, como diciendo: «No hagas caso, esto lo digo por cumplir».

En una dellas estaba pintada de malísima mano el robo de Elena, cuando el atrevido huésped se la llevó a Menalao, y en otra estaba la historia de Dido y de Eneas, ella sobre una alta torre, como que hacía señas con una media sábana al fugitivo huésped, que por el mar, sobre una fragata o bergantín, se iba huyendo.

Si en tiempo de crecientes la provincia de Moxos, inundada casi por todas partes, forma, por decirlo así, una sola sábana de agua; en la estacion de seca las llanadas quedan enjutas, y únicamente se ven sobre las partes mas hundidas del suelo, numerosos pantanos, particularmente al este y al oeste de la provincia, sin que se encuentren muchas lagunas permanentes.

En el vértice del pezón estaba el antiguo lugar de delicias; y el Orinoco, que endulzaba el mar, asombrando a los navegantes con su sábana inmensa, era uno de los cuatro ríos que descendían del Paraíso. Fernando y su amigo, que hablaban de estas fantasías del Almirante paseando por la cubierta, se detuvieron ante las ventanas del gran salón.

De mucha diversión había servido a las españolas ver cómo las inglesas sacaban muy formales un periódico, tamaño como la sábana santa, del bolsillo, y se lo leían de la cruz a la fecha.

A su regreso cuenta haber visto una gran sábana de agua, libre de hielos, y alrededor aves, que al parecer hallaban abrigo en ese clima no tan rudo. Era cuanto se necesitaba para hacer cobrar aliento al célebre navegante.

Pero al mismo tiempo ella se irguió igualmente; quedaron sus ojos á idéntico nivel, y como si quisiera completar la reciente caricia, se abalanzó sobre el príncipe, le tomó la cabeza entre sus manos y le besó la frente. Una oleada de perfume carnal, semejante á la otra que le había envuelto al recibir la sábana en pleno rostro, volvió á conmover su organismo.