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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Como todo tiene su término, también lo tuvo en la mañana á que me refiero la admiración de que estábamos poseídos, esparciéndose unos por aquí, y otros por allá, buscando los más la sombra de un rústico camarín levantado en uno de los bordes más altos de la roca.

Rafael enrojeció, adivinando que había cometido una simpleza al revelar su nombre sin que nadie se lo preguntara, con la misma prosopopeya que si estuviera en presencia de un rústico del distrito. Se hizo un silencio penoso.

Echó una pierna, levantóse; tratamos largo en mis cosas, y tuve harto trabajo por ser hombre tan borracho y rústico. Al fin lo reduje a que me diese noticia de parte de mi hacienda aunque no de toda , y así, me la dio de unos trecientos ducados que mi buen padre había ganado por sus puños y dejádolos en confianza de una buena mujer, a cuya sombra se hurtaba diez leguas a la redonda.

Y cuando el general rumor de protesta llegaba hasta doña Bernarda, ésta elevaba las manos con desesperación. ¿Dónde irían a parar? Su hijo quería perderse. Don Matías, el rústico millonario, callaba, y en presencia de doña Bernarda fingía ignorarlo todo. Su interés por emparentar con la familia Brull le hacía ser prudente.

En sus excursiones nocturnas, cogida del brazo del galán rústico que disfrutaba de su momentáneo apasionamiento, se encontraba con Luis Dupont y su cortejo de gente alegre.

Casi frente á la peña de Malapadnabató se halla el vadeo de aquel nombre, en el que, una rústica garita, y uno menos rústico camarín, señalan un puesto de carabineros, llamados á vigilar las importaciones que lleva á Manila el Pasig.

Delaberge recordaba muy bien la sensación de aislamiento que había sentido al llegar una tarde a ese pequeño pueblo de trescientas casas, situado en la confluencia de dos riachuelos, cuya unión da nacimiento al Aube. Al caer en ese país tan extremadamente rústico, sin transición ninguna y al salir de la Escuela de Nancy, se encontró en él al principio desorientado y triste.

-No es menester -respondió el duque- que vuesa merced se ponga en trabajo de buscar al rústico de quien esta buena dueña se queja, ni es menester tampoco que vuesa merced me pida a licencia para desafiarle; que yo le doy por desafiado, y tomo a mi cargo de hacerle saber este desafío, y que le acete, y venga a responder por a este mi castillo, donde a entrambos daré campo seguro, guardando todas las condiciones que en tales actos suelen y deben guardarse, guardando igualmente su justicia a cada uno, como están obligados a guardarla todos aquellos príncipes que dan campo franco a los que se combaten en los términos de sus señoríos.

Los tres cesaron de conversar para fijarse en Manos Duras, que permanecía inmóvil á un lado del camino. Moreno dió el nombre del gaucho, y Elena mostró tal interés al saber quién era, que acabó por hablarle. ¿Usted es el famoso Manos Duras, de quien tantas cosas he oído decir?... El rústico jinete se mostraba turbado por las palabras y la sonrisa de aquella dama.

Sea lo que sea, ahí se hallaban ella y él, entregados uno al otro; habíanse sentado sobre un viejo banco rústico rodeado de árboles, frente a la estatua derrumbada. En vísperas de alejarse, el oficial de cazadores era más exigente, y ella más débil.

Palabra del Dia

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