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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Va sobriamente vestido de obscuro, y su aspecto tiene algo de rústico; revela al hombre que vive en el campo, gusta de cultivar la tierra y se siente cohibido al volver á la existencia urbana. Lleva puestos los guantes, lo mismo que en sus buenos tiempos; pero ahora es por necesidad.

Algo importante estaba ocurriendo; el aire malhumorado de los que permanecían en la puerta del castillo, la repentina obsequiosidad de este rústico con uniforme, lo daban á entender. Más allá del edificio vió soldados, muchos soldados. Un batallón de infantería se había esparcido á lo largo de las tapias, con sus furgones y sus caballos de tiro y de montar.

No decide, por lo tanto, si el P. Jacinto estaba atinado ó no en lo que decía; si hablaba guiado por el sentido común ó por la doctrina moral cristiana, ó por ambos criterios en consonancia completa; y no se inclina tampoco á creer que dicho padre tenía una moral burda y grosera, y el atrevimiento y la confianza de un rústico ignorante. Quédese esto para que lo resuelva el discreto lector.

En otra estacion, al notar que renovaban el agua en las calderas de la locomotiva, un paisano mazorral observó: Diantre! hasta la máquina bebe, miéntras que yo estoy á seco! Ella bebe á la salud de la compañía, dijo un chusco, aludiendo á los viajeros del tren. Y cada cual agregaba una tosca chanzoneta ó un retruécano del mas rústico ingenio.

En algunas hay ya habitaciones empapeladas, pero lo común es el enjalbiego, lo cual será grosero y rústico si se quiere, mas alegra con la blancura y da a todo un aspecto de limpieza. La misma ama, si es pobre, y si no la criada, enjalbiega a menudo toda la casa, incluso la fachada.

Los testigos son oidos, y el rústico tribunal, apoyándose en los hechos que conoce por mismo y las circunstancias probadas, pronuncia un fallo que es irrevocable, que todo el mundo respeta y obedece religiosamente y que jamas se escribe.

El pobre tísico rompió a cantar, acompañando cada verso con un cloqueo final que estremecía su pecho y arrebolaba sus mejillas. Pero el Cantó se mostraba esta noche con más fuerzas que nunca: sus ojos tenían un brillo extraordinario. A los primeros versos, una carcajada general resonó en la cocina, celebrando la gracia irónica del rústico poeta. Febrer no había entendido gran cosa.

Los marineros rojos habían muerto hacía muchos siglos; el dragón había muerto también; el tesoro debía estar aún en Formentera. ¡Ay, quién pudiese encontrarlo!... Y el rústico auditorio temblaba de emoción, sin dudar de la existencia de tales riquezas, por el respeto que le inspiraba la vejez del narrador. ¡Plácidas veladas aquéllas, que ya no se repetirían para Febrer!

El gracioso de Lope nos ofrece también más variedad que el de sus sucesores, representado casi siempre por un criado hablador, y no sólo en su clase, puesto que unas veces es un rústico, otras un pastor ó un criado, sino en sus cualidades internas más generales de sencillez, ineptitud ó malicia, que distingue con delicadas gradaciones.

Martín, sin decir nada, va a la puerta y corre el cerrojo; después vuelve a colocarse delante de su hermano. Su pecho jadea, como si quisiera sacar las palabras de lo más profundo de su alma. ¿Pero de qué le sirve eso? Su voz se queda en la garganta. Nunca ha sido elocuente el pobre rústico; ¿cómo encontrar de pronto conceptos expresivos para arrancar aquel extraviado a su locura?

Palabra del Dia

ancona

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