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Actualizado: 6 de junio de 2025
El plan formado por Roussel resultaba, por otra parte, en todas sus partes, y Mauricio, con el egoísmo natural del hombre, gozaba tan plenamente de su dicha como su padrino tenía el corazón á la vez satisfecho y desgarrado.
¡No se mueva usted! y responda, dijo Roussel. ¿Dónde está la señorita Guichard? ¡No sé! señores, contestó Bobart gritando para llamar la atención sobre él. No comprendo vuestra insistencia.... Hable usted más bajo, dijo Mauricio, ó le llevo al salón inmediato y allí ... va usted á ver.
El señor Roussel no me ha dado más que buenos ejemplos, dijo dulcemente Mauricio, y confieso que si él me hubiera encontrado donde estaba hace un momento, hubiera sido, sin duda, menos indulgente que usted.... ¿Porque se trataba de mi sobrina? Porque se trataba de una señorita, á las cuales él me ha enseñado que se debe respetar infinitamente.
Mauricio, esforzándose en aparecer tranquilo, quedó solo en presencia de la señorita Guichard. Sin embargo, se creía algo en ridículo, al pie del muro y con el sombrero en la mano, y pensaba: "Debo parecer un mendigo pidiendo limosna" ... Pero tuvo una agradable sorpresa. Puesto que usted, caballero, tiene curiosidad de saber lo que nos tiene divididos al señor Roussel y á mí, va usted á oírlo.
Después se separaron y Herminia y Mauricio recorrieron del brazo el salón mientras Roussel se paseaba con aire distraído.
Como estaba llamado á ser rico, pues el capital de su padre, cuidadosamente administrado, producía treinta mil francos de renta y Mauricio le había asegurado una considerable fortuna por una donación inter vivos, poseía todos los medios necesarios para realizar sus aspiraciones artísticas. Roussel, siempre práctico, no se contentó con que su hijo fuese un simple aficionado.
Roussel se volvió hacia su hijo y dándole golpecillos en el hombro, le dijo: ¡Ah, bribón, no tienes de qué quejarte! ¿Vas, naturalmente, á llevarte á tu mujer? Usted lo ha dicho. Son las nueve y media: á las doce prescindo de la compañía de la gente de la boda. Tengo una excelente carretela que me espera en la plaza: ¿la quieres? ¿Me llevará á París? Desde luego. Es cuestión de propina.
Por medio de una querella, de una riña, de una explicación, cuenta con arrojar la cizaña entre vosotros, apoderarse de Herminia y ... ¿quién sabe? ¡acaso separaros para siempre! ¿Es serio lo que usted habla? ¿Sospecha usted de la señorita Guichard? Y tú, ¿sospechas de tu mujer? replicó con energía Roussel.
Se sentó á su mesa y escribió á su primo la más amable de las esquelas invitándole á venir á pasar la tarde con ella. Apenas había salido la doncella para llevarla, llegó una carta de Roussel anunciando á Clementina que un negocio imprevisto le obligaba á ausentarse por algunos días.
Ella que siempre había sometido á los demás á su voluntad; ella, á quien nadie, fuera de aquel Roussel aborrecido, había sabido jamás resistir, ¿se confesaría vencida? ¿Dejaría á sus adversarios reirse de ella? Porque, ciertamente, se reirían de su credulidad, de su tontería....
Palabra del Dia
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