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Actualizado: 17 de junio de 2025
El poeta, presentando el ejemplo de paladin de Roncesvalles, y evocando los gloriosos nombres de Carlo Magno, de Oliverio y de Turpin, logró inflamar el entusiasmo de los normandos, escitándolos á vencer ó morir, y por eso vencieron, repitiendo en coro la «Cancion de Rolando». Dán testimonio de esto el poeta Wacé, y los historiadores Guillermo de Malmesbury, Mateo de Paris, Ralph Hyden, Alberico y Mateo de Westminster.
Llegando a las manos y diciéndose palabras mayores, y tan grandes, que alcanzaron a los maridos; y sacando unos con otros las espadas, comenzó una batalla de comedia, metiéndolos en paz los mozos de mulas con los frenos que acababan de quitar; y dejándolos empelotados, se salieron don Cleofás y el Cojuelo de la venta al camino de Andalucía, quedándose abrasando a cuchilladas la compañía que fuera un Roncesvalles del molino del papel si el Ventero no llegara con la Hermandad en busca de los dos que se fueron, para prendello, con escopetas, chuzos y ballestas; y hallando esta nueva matanza en su venta, y jarros, tinajas y platos hechos tantos en la refriega, los apaciguaron, y prendieron a los dichos representantes para llevarlos a Ciudad Real, habiendo de tener otra pelaza más pesada con el alguacil que los traía a Madrid por orden de los arrendadores, con comisión del Consejo .
Entre los poetas que aqui vinieron con el señor Pancracio de Roncesvalles, se quejaron algunos de que no iban en la lista de los que Mercurio llevó á España, y que asi vm. no los havia puesto en su Viage.
Pero hay uno que lleva su increíble osadía hasta á hacer una clara alusión al tonel en qué nuestro héroe estuvo guardado cuando fué perseguido por Firmo de Rivota, y entonces ¡puño! el hijo de la tía Jeroma salta como un leopardo de los bosques, levanta su mazo... y habría la de Roncesvalles si no intervienen Regalado, el tío Pepón y otros caracterizados personajes allí presentes.
Gran parte de aquel día permaneció absorto el buen Roger en la contemplación de los lúcidos escuadrones y compañías que ante él desfilaron, á la vez que escuchaba atento los nombres que citaba y los interesantes comentarios que hacía el veterano Simón, hasta que los últimos hombres de armas hubieron desaparecido en los profundos desfiladeros de Roncesvalles, con dirección á los llanos de Navarra.
Riose muy de gana el señor Roncesvalles, y dixome: aunque soy poeta, no soy tan misero que me aficionen diez y siete maravedis. Advierta vm. señor Cervantes, que esta carta por lo menos es del mesmo Apolo: él la escribió no ha veinte dias en el Parnaso, y me la dió para que á vm. la diese. vm. la lea, que yo sé que le ha de dar gusto.
Martín tomó la mano de su mujer y con un esfuerzo último se la llevó a los labios . ¡Adiós! murmuró débilmente, se le nublaron los ojos y quedó muerto. A lo lejos, un clarín guerrero hacía temblar el aire de Roncesvalles. Así se habían estremecido aquellos montes con el cuerno de Rolando.
El cadáver de Martín se llevó al interior de la posada y estuvo toda la noche rodeado de cirios. Los amigos no cabían en la casa. Acudieron a rezar el oficio de difuntos el abad de Roncesvalles y los curas de Arneguy, de Valcarlos y de Zaro. Por la mañana se verificó el entierro. El día estaba claro y alegre.
IV y XII. Proverbio árabe que alude á la rota de Roncesvalles. Véase Conde, t. 1, p. 201. Alude á la secta de los Iconoclastas ó destructores de imágenes, principalmente poderosa en el octavo siglo bajo Leon el Isáurico, emperador de Constantinopla, y que subsistia en la época en que se supone habla Abde-r-rahman, puesto que solo fué condenada desde un concilio celebrado en 787.
Ni la inscripción del festín de Baltasar, ni la rota de Roncesvalles, ni la capitulación de Sedán, produjeron tanto efecto como el que originaron las anteriores palabras. Un silencio de muerte invadió el salón, y las lágrimas se agolparon á los ojos.
Palabra del Dia
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