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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Ahora, deja que me goce en llamarte tonto. ¡Buena ocasión perdiste de ponerte romántico!
No esperaba milagros. No le gustaban siquiera. El milagro era un absurdo, algo contra la fría razón, y él quería método, orden, una ley en todo, ley constante, sin excepción. El milagro era romántico, revolucionario, violento, y él no estaba ya por el romanticismo, ni por la violencia, ni por lo extraordinario, ni por la pasión. Sí; había amor que valía más que el apasionado.
Basta lo expuesto para probar, que las ideas de Lope acerca de la esencia del drama antiguo, sin duda iguales á las de sus coetáneos, eran erróneas y confusas, y que carecía de los conocimientos indispensables para comprender y justificar la necesidad de las formas del drama romántico; de suerte que las bellezas de sus obras son debidas exclusivamente al acierto de su genio, no á su instrucción teórica y crítica.
Goethe, que en un principio había sido romántico, como el romanticismo se entendía entonces en su nación, y como lo muestran sus dos obras capitales escritas antes de ir a Italia, el Werther y el Goetz de Berlichingen, volvió de allí completamente clásico, aunque clásico a su manera, y no con el clasicismo sensualista de los franceses.
Era un espectáculo tan romántico, tan soberanamente triste y elocuente, que sentímos nuestras almas conmovidas hasta lo mas hondo y soñamos despiertos durante horas enteras.! Qué de misterios penetra y analiza el alma, excitada por el sentimiento de admiracion, en aquellos momentos en que Dios se revela en sus sublimes obras y ningún rumor humano se interpone en medio del Creador y el hombre, del corazon y la naturaleza!
Despues se levantan en todas direcciones bellos cordones de montañas de romántico aspecto, sobre cuyas cimas, dominando los estrechos vallecitos intermediarios, se ostentan como soberbios miradores algunos castillos de opulentos personajes, y principalmente las imponentes ruinas del Castillo-Viejo.
Mi hermano es amigo de Carlitos, y se le figura que tengo una suerte loca. Si papá viviera... ¡ah!... él no vería más que mi corazón, ¡pobre viejo!...; riquezas, estancias, apellido, todo estaba de sobra si mi corazón no era feliz. Era un criollo a la antigua, romántico, bravo, generoso, altivo. ¡Sabía ser pobre. ¡Ay, Marianela, la gran miseria de nuestros días es no saber ser pobres!...
Entre todos los Valcárcel no había habido más hombre trabajador en todo el siglo que el padre de Emma, el abogado, que también había sido, dentro del matrimonio, menos prolífico que sus parientes. Ya se ha dicho que Emma era hija única, y, por tanto, heredera universal del abogado romántico y flautista. Pero los ahorros del aprovechado jurisconsulto llegaron a su hija un tanto mermados.
Daba el dinero, aunque pareciera mentira a un ser tan romántico, daba cierto calorcillo suave. «¡Siete mil reales!» se decía; y experimentaba consuelo en sus tribulaciones; y sobre todo le animaba la conciencia de un valor cívico que nacía de la presión de aquellas onzas... ¡Oh!
Nos estamos haciendo ilusiones: esto no puede acabar bien. ¿Te gusta otra más que yo? ¿Y el tiempo? ¿Y tu padre? Ni mi padre, ni los años, podrán separarnos. Eso es muy bonito y muy romántico; pero la realidad se nos echará encima, y ¡qué amarga! Pepe la había rodeado la cintura con un brazo. Sí, ¿eh? quéjate ahora de la realidad dijo ella, procurando desasirse. ¿Te ofendes?
Palabra del Dia
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