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Actualizado: 14 de junio de 2025


El oro, ayudado con el sulfuro de cal, es el mejor medicamento en la mayor parte de las afecciones mercuriales, así como tiene muy poca influencia en las enfermedades de la piel, escepto algunas sifílides con manchas rojizas y escoriaciones ó grietas.

A lo lejos, en las altas colinas, los árboles del bosque dejan entrever á través del follaje y de las ramas, ya rojizas por los capullos y la savia, algo agradable á la vista como el plumón de las aves: es la nieve tamizada que pudre los brezos y helechos bajo los grandes árboles.

»Las facciones han perdido su regularidad y su gracia; la tez, todavía plagada de manchas rojizas, quedará para siempre llena de hoyos, y por algo que no explicarte, pues no entiendo lo que dicen los médicos, la cara se le ha quedado algo contraída y como atirantada; en las mejillas y alrededor de los labios es donde tiene más viruelas; los ojos apenas dan idea de lo que fueron: la viveza y expresión que tenían se ha convertido en una mirada amortiguada y mate: no hay brillo en sus pupilas, y casi estoy por decirte que su dulce melancolía contribuye a que sea mayor la compasión que inspira: parece que en los ojos se le refleja la amargura del alma.

Después de comer, Martín se retira a su escritorio, seguido por las miradas impacientes de Gertrudis, que espera el momento en que va a conocer los secretos de «la bella molineraAtraviesan de bracete la pradera, para ir a la presa. La hierba está húmeda de rocío. El cielo, surcado de bandas rojizas.

Estos desaparecerán ante el poder del tiempo, si antes no son sepultados por nuevas avalanchas de lavas y cenizas, y entonces Cagsaua ira á dormir el sueño eterno del olvido al lado de otros cien pueblos que á su vez desaparecieron en otros siglos ante las espantosas y rojizas llamas del volcán.

La corriente del rio Grande me ha presentado aluviones hasta la confluencia del rio Piray; pero muy luego hame ofrecido este por todas partes arcillas cenagosas, ó levemente pegajosas, amarillentas ó rojizas, las cuales componen todo el álbeo del rio y sus ribazos.

Abajo extendíase el rojo caserío moderno del Terreno, y más allá, al extremo del cabo, el antiguo Puerto Pi, con su torre de señales y las baterías de San Carlos. Al otro lado de la bahía perdíase mar adentro, en las brumas flotantes del horizonte, un cabo de obscuro verde y peñas rojizas, sombrío y deshabitado.

Sin las rojizas nubes de occidente ¿Cómo dar vida á tus purpúreos labios, Que hacen borrar del mundo las agravios Cuando al hablar se entreabren dulcemente? ¡Oh, jamas! del artista la paleta Esas tintas tendrá para pintarte! Y si alguno pudiera retratarte Seria en su entusiasmo algun poeta!

Las llamas rojizas, que subían su lengua humosa en la calma de la noche sin el más leve temblor, iluminaban la transparencia dorada del vino. ¿Pero qué era aquello?... Y volvían todos a paladearlo después de admirar su hermoso color, y abrían los ojos desmesuradamente con asombro grotesco, rebuscando las palabras, como si no pudiesen expresar toda la veneración que les infundía el líquido portentoso.

En una revuelta del sendero, descubrió un gato que caminaba a paso lento por entre dos hileras de grosellas: uno de esos gatos tan comunes en las aldeas, largo, flaco, de piel blanca llena de manchas rojizas; uno de esos animales medio salvajes que a favor de los cuales hacen renuncia sus amos, con una esplendidez nada común, de todos los ratones que atrapan.

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