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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Ella marchaba al mismo paso que yo, con una agilidad de campesina; en sus miradas se expresaba alternativamente la timidez, la audacia y el enfado. El día estaba gris, el mar lleno de bruma; el viento silbaba entre los árboles, agitando las hojas rojizas de las hayas que aun quedaban en las ramas y las copas negruzcas de los pinos. Grandes gotas de agua sonaban en la hojarasca seca.

Además, para la gente menuda, estaba allí el padre San Bernardo, tan poderoso como Dios en todo lo que tocase a Alcira, y único capaz de domar aquel monstruo que desarrollaba sus ondulantes anillos de olas rojizas. Llovía día y noche, y sin embargo, la ciudad, por su animación, parecía estar de fiesta.

Este medicamento produce los mejores efectos en las afecciones escirrosas y cancerosas de los pechos y de la matriz, aun cuando haya úlcera; que sus bordes esten reenversados y que haya supuracion icorosa y vegetaciones rojizas como las del fungus hematodes.

Por otra parte, hay masas rojizas que al elevarse desde el seno de la tierra, sea en estado líquido, sea en estado pastoso, salen sencillamente de una ancha grieta del suelo y no las lanza un cráter, como las escorias del Vesubio y del Etna.

En la sala de Aguirre, en el arca, se guardaba, entre otras cosas viejas y respetables, un tomo manuscrito, en folio, muy voluminoso. En la cubierta, de pergamino, decía, con letras ya desteñidas y rojizas: «Historia de la familia de Aguirre».

Por el ancho hueco de la ventana se veían torres, veletas, campanarios, las masas rojizas y las líneas quebradas de los tejados vecinos, y dominándolo todo, el cielo azul radiante de esplendorosa claridad. Un rayo de sol venía a juguetear sobre los ladrillos del piso haciendo dibujos luminosos. Don Juan pensó llegar a una casa de burgueses ricos y estaba rodeado de pobreza.

Y revueltos con los cacharros que habían guardado el vino y el agua dulce de una liburna naufragada, había pedazos de maroma endurecida por los infusorios calcáreos, garras de ancla cuyo hierro se quebraba en láminas rojizas. Varias estatuillas roídas por la sal marina inspiraban al muchacho tanta admiración como las fragatas del abuelo.

Empezamos a entrar en Londres, estamos ya en ella y la máquina no disminuye su velocidad; a nuestros pies, millares de casas, idénticas, rojizas; vemos venir un tren contra nosotros; pasa rugiendo bajo el viaducto, sobre el que corremos. Otro cruza encima de nuestras cabezas, todos con inmensa velocidad.

Dije al principio que había montañas rojizas que tenían a lo lejos el aspecto de torreones y castillos feudales arruinados; pues para que los recuerdos de la Edad Media vengan a mezclarse a aquellos matices orientales, La Rioja ha presentado por más de un siglo la lucha de dos familias hostiles, señoriales, ilustres, ni más ni menos que en los feudos italianos en que figuran los Ursinos, Colonnas y Médicis.

El otro corrió, loco de dolor y de sorpresa, de un lado a otro de la plaza, con el vientre abierto y la silla suelta, mostrando por entre los estribos sus entrañas azuladas y rojizas, semejantes a enormes embutidos. Arrastraban las tripas por el suelo, y al pisárselas él mismo con sus patas traseras, tiraba de ellas, desarrollándolas como una madeja confusa que se desenmaraña.

Palabra del Dia

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