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El viejo Brull no quiso tolerar por más tiempo las calaveradas de su hijo y le hizo abandonar los estudios. No sería abogado: al fin no era necesario un título para ser personaje. Además, se sentía achacoso; le era difícil vigilar en persona los trabajos de sus huertos, y necesitaba la ayuda de aquel hijo que parecía nacido para imponer su autoridad a cuantos le rodeaban.

Perdido había yo, en fuerza de las solicitudes y galanteos que me rodeaban por todas partes, aquella mi primera inocencia, o más bien ignorancia, de las cosas de la vida.

Algunas personas se habían acercado y rodeaban el banco donde se hallaban sentados. Las eternas disputas de Antonio y su querida causaban gran placer á los amigos.

Á Velázquez, hastiado de la vida inactiva, aunque tuviese suficiente hacienda para vivir, se le ocurrió comprar una tienda de montañés que se traspasaba en el Campo del Sur. Comenzaron los disgustos. Aunque generoso siempre y delicado en los asuntos de dinero, no tardó en mostrar su carácter autoritario. Exigía una sumisión absoluta por parte de cuantos le rodeaban.

El año que precedió a su matrimonio había sido el más triste y el más miserable de su pobre juventud. Pero el año que siguió la indemnizó en parte. Vivía en Corfú en un círculo de admiradores apasionados. Todos los que la rodeaban, viejos y jóvenes, experimentaban por ella un sentimiento muy parecido al amor.

Iban subiendo una cuesta y pronto llegaron á un punto elevado desde el cual pudieron ver á la izquierda y detrás de ellos el espeso bosque y hacia la derecha, aunque á gran distancia, la alta torre blanca de Salisbury, cuyas alegres casitas rodeaban la iglesia y se extendían por la ladera.

La dispersión creció hasta el punto de que sólo quedaron en la plazuela Lobo, Perico Ganzúa, Pinilla y el cadáver del Doctrino, que, herido mortalmente en el cráneo al entrar en el portal, había podido retroceder hasta la plaza, donde cayó. Quince ó veinte le rodeaban, dudando si escapar con los demás ó defenderse.

Frantz y Hullin, a la izquierda, observaban la meseta; Kasper y Jerónimo, a la derecha, exploraban el valle; Materne y los hombres de la escolta rodeaban a las mujeres. ¡Cosa extraña!

Entre estos había muchos individuos de aspecto rudo, cuyos vestidos, hechos de piel de ciervo, daban á conocer que pertenecían á algunos de los establecimientos situados en las selvas que rodeaban la pequeña metrópoli de la colonia.

En la iglesia los monaguillos y el clérigo estaban delante de una pilastra; los devotos los rodeaban de rodillas.