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391 Cruz y Fierro de una estancia una tropilla se arriaron; por delante se la echaron como criollos entendidos, y pronto sin ser sentidos por la frontera cruzaron. 392 Y cuando la habían pasao, una madrugada clara le dijo Cruz que mirara las últimas poblaciones, y a Fierro dos lagrimones le rodaron por la cara.

Sevilla os mostrará una catedral gótica y templos bizantinos; Itálica ruinas de que estan brotando aun torrentes de poesía, ruinas medio cubiertas de musgo en que la fantasía cree distinguir aun la sombra de los emperadores cuyas cunas de marfil y oro rodaron dentro los muros de aquella ciudad famosa.

¿Y piensas que aquí, entre mi tutor y tu tía, podremos escapar á los disturbios y á las malas influencias? Creo que no. Entonces, deduce misma la consecuencia. La joven permaneció un instante pensativa y con la rubia cabeza inclinada y algunas lágrimas rodaron por sus ojos. Después murmuró: ¡Es preciso huir!

Pero una mañana, cual si fuese una construcción de arena igual á la que levantan los niños y demuelen á su capricho, las aguas se llevaron ante sus ojos un extremo del dique sin concluir; luego lo partieron como algo tierno y dúctil, y finalmente las dos murallas subfluviales, en las que se habían empleado cientos de hombres y miles de toneladas de materia dura y en apariencia inconmovible, rodaron corriente abajo, dejando fragmentos encallados en las orillas y las islas.

Tan pronto como me advirtió, me lo devolvió con una sonrisa triste y echó a andar a mi lado sin decir nada. «Y bien le dije yo , ¿qué piensa usted de ese loco, de ese insensato cuyo solo nombre subleva a la señorita Eudoxia? ¿Le parece a usted tan odiosoAdela no me contestó nada, pero algunas lágrimas rodaron por sus mejillas y su mano tembló en la mía. «¡Oh mi buena Adela! exclamé yo , dichoso el corazón que sea el preferido del tuyo, ¡mil veces dichoso el hombre a quien ames!» Y llevé con pasión aquella mano que retenía a mis labios. «¡Qué hace usted, Gastón, señor Gastón! ¡qué hace usted, en nombre del Cielo!

A las pocas palabras que pronunció se mostró tan enternecido, que algunas lágrimas rodaron precipitadamente por sus mejillas.

Desnoyers quedó envuelto en una nube de crujidos, como si se tronchase la madera de todos los árboles que tenía ante sus ojos. El escuadrón impetuoso se detuvo de golpe. Varios hombres rodaron por el suelo. Unos se levantaban para saltar fuera del camino, encorvándose, con el propósito de hacerse menos visibles. Otros permanecían tendidos de espaldas ó de bruces, con los brazos por delante.

Otro quiso que la tía pescueza nos enseñase algo que debe ocultarse, y entre los dos se trabó una lucha y rodaron por el suelo. El conde permanecía grave, silencioso, apurando, una tras otra, las copas de jerez. Pero su mirada ya no era la misma, opaca y distraída, del hombre hastiado. Brillaban ahora sus pupilas con un fuego feroz y maligno que imponía temor.

Aquí, cuando apenas estaba concluida la Plaza, tuvieron lugar las fiestas públicas por el casamiento de María Antonieta con el Delfín, y la multitud aplastó en un dia á ciento treinta y dos personas. Aquí, sobre este suelo que pisamos, rodaron en el trascurso de tres años no cumplidos, mil quinientas cabezas de personajes célebres.

Vió la talla aventajada de un hombre, y le pareció a su vez que aquel hombre le miraba con atención.... Y tanto se miraron uno a otro, que dos nombres, pronunciados con sorpresa, rodaron sobre la cubierta, entre la monstruosa palpitación del buque, y fueron a extinguirse en el rumor profundo de las olas. ¡Salvador! ¡Fernando! ¿Adónde vas? Al Havre...; ¿y ?