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Actualizado: 9 de junio de 2025


El contacto que Jacinta sintió en parte tan delicada de su epidermis, era el roce espeluznante del yeso, roce de superficie áspera y polvorosa. El estremecimiento que aquel contacto le produjo dejola por un rato atónita, después abrió los ojos, y se hizo cargo de que estaban allí sus hermanas; vio los cortinones pintados de la boca del teatro, la apretada concurrencia de los costados del paraíso.

Esto era lo mejor para los que, como él, carecían de dentadura. Sabía a gloria; pero a pesar de tantos elogios, recibió como en triunfo el turrón de Jijona y los pasteles de espuma. También era esto del género de don Juan, adorador de las cosas blandas, que se escurren dulcemente sin roce alguno hasta el fondo del estómago.

Al decir esto golpeábase el marqués su fornido tronco, su pecho varonil, cual si de él quisiese hacer brotar fuerte y adulto ya el codiciado heredero. Julián, lleno de esperanza, iba a animarle en tan buenos propósitos; pero se estremeció de repente, pues creyó sentir a sus espaldas un rumor, un roce, el paso de un animal por entre la maleza.

En cambio, su sobrino Miguel le adoraba: ya de niño ansiaba volar a él desde los brazos de la nodriza: el tufo de los perfumes que gastaba, el roce de aquellas sedosas patillas al besarle, y sobre todo, la franca alegría que respiraba, le habían seducido siempre y aún le tenían completamente subyugado. Pierde cuidado, Fernando dijo gravemente el real mozo.

Ere por aquel tiempo en la corte la casa de los duques de Algalia una de las más ricas y afamadas por aristocráticas. Su blasón no se había desdorado aún por completo con el roce de las costumbres modernas; sus estados no eran todavía presa de ninguna junta de acreedores, y hubiesen podido añadirse al escudo nobiliario algunos rehiletes gallardamente puestos en atrevida becerrada.

Por el contrario, en el estrecho Blockhaus que podía ser su tumba, en el roce diario de la vida común, que hace resquebrajarse tan pronto el barniz mundano que oculta tantas macas y a veces tan preciosas cualidades, habían aprendido a conocerse, a estimarse... y quizá no se habían quedado en eso.

De repente, durante la comida, oímos un ruido como el roce de un cuerpo pesado contra los muros exteriores de la casa; inmediatamente después se sintió rascar y olfatear junto a la puerta del salón. Es Joaquín dijo Magdalena en contestación a nuestras interrogadoras miradas. ¿Desean verle?

Las dos ancianas se irguieron y tendieron a Nucha los brazos con movimiento tan simultáneo que no supo a cuál de ellas atender, y a la vez y en las dos mejillas sintió un beso de hielo, un beso dado sin labios y acompañado del roce de una piel inerte.

Los ojos del médico se apartaban del mar para convergir en su aplastada nariz. Recordaba una noche de calor egipcio, aumentado por los ardores del whisky; el roce de las mercenarias desnudeces; la pelea con otros navegantes rojos y septentrionales; el boxeo á obscuras, y él, con la cara ensangrentada, huyendo al buque, que afortunadamente zarpaba al amanecer.

A media tarde pudo abrazar á su sobrino. Estaba con otros dos voluntarios, un andaluz y un americano del Sur, unidos los tres por la fraternidad de origen y por el continuo roce con la muerte. Ferragut los llevó á la cantina de un mercanti, establecida junto al campamento del batallón.

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