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Actualizado: 28 de junio de 2025


«A este se le ablanda la mollera por culpa mía». Más de una vez, en sus ligeras reyertas de amantes antiguos, pacíficos y fieles, pero cansados, oyó a Bonis hablar de la moral como un obstáculo a la felicidad de entrambos. Lo que nunca pudo sospechar Serafina fue la principal idea de Bonis, la del hijo; y esto era lo que en realidad le apartaba de su querida, del pecado.

Que nadie alardease de guapo dentro de su casa, pues antes de hablar ya había echado mano él á una porra que tenía bajo el mostrador, especie de as de bastos, al que le temblaban Pimentó y todos los valentones del contorno... En su casa, nada de reyertas. ¡A matarse, al camino!

Cuando después de una de estas reyertas quedaba la pobre Eladia llorosa y con algún rasguño en las mejillas, solía tomarla su tío de la mano y conducirla á un rincón para emplear con ella las fuerzas dialécticas con que Dios le había dotado. Vamos á ver, niña, respóndeme. ¿Quién ha hecho á tu tía? Eladia le miraba estupefacta sin despegar los labios.

Quería evitar esa palabra ... pero, en efecto, es la más exacta. Hablaba Osorio en un tonillo impertinente y protector que estaba desgarrando por varios sitios la soberbia de su esposa. Desde las feroces reyertas que habían producido su separación debajo del mismo techo, no habían tenido una entrevista de tal especie como la presente.

Supo hacerse valer más que los otros, o por cálculo o por verdadera independencia de carácter. Al entrar en amores con ella no se entregó por completo ni abdicó su voluntad. En cuantas reyertas de alguna importancia tuvieron durante sus largas relaciones, pues no duraron menos de dos años, mantuvo con energía su dignidad.

Amalia la llamaba en vano. Sólo cuando ponía las manos sobre ella la niña lanzaba un grito de terror y metía la cabeza por el pecho. Entre Concha y María la planchadora habían estallado, a propósito de estos castigos, serias reyertas.

Los Quodlibetos, el incipit desinit, el argumento de asinus super ab asino, y otras monstruosidades de los siglos trece y catorce, junto con las escandalosas reyertas de los Realistas y Nominales, volvieron de todo punto despreciable la Lógica Escolástica.

Clara iba a salir de la glorieta con el corazón mortalmente herido, pues en las muchas reyertas que habían tenido nunca habían llegado a palabras tan agrias, cuando entraba Elena en su busca. Al verla de aquella forma, descompuesta y pálida y observar la actitud airada de Tristán, hizo alto sorprendida. ¿Qué es eso, habéis reñido...? ¡Qué feo, qué feo en vísperas de boda!

Tres días de reyertas y cabildeos nos costó antes de que nuestro capitán nos llamara para recibir y conducir las talegas que contenían las doblas de oro. Yo he creído siempre que hubiéramos salido mejor librados saqueando el palacio del Papa, pero los jefes ingleses se opusieron á ello.

Palabra del Dia

cabalgaría

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